Leía alguna vez sobre las ideas de los
universos paralelos en la física cuántica y creo que es el paradigma perfecto para
entender la eventualidad de la ilustración, de hecho es una definición exacta. Saber
que existen universos paralelos y simultáneos que coexisten en el mismo
espacio-tiempo y que solamente se ven desplegados por un
observador desplegando sus
posibilidades (esto es un poema ontológico que solo la física puede
engendrar), es confirmar el concepto que se tiene en nuestros días de que en el
libro ilustrado y la ilustración, con sus diferentes códigos yuxtapuestos,
pueden leerse múltiples significados, pero que además éstos se despliegan simultáneamente
y solo a través de un observador-lector. Los paralelos simultáneos que esperan
en una sola hoja convertidos en libro.
Es así, la poesía se deja observar en
cualquier lugar donde el universo emane vida y viene como bocanada de aire fresco. Esta
hendidura generosa es directamente el abismo del que surgimos sin memoria y que
nos devuelve un poco de lo que somos a la vez que nos vamos sumergiendo hasta volvernos
a perder. Sin embargo más allá de esta fascinación mística, estos paradigmas terminan
por provocarnos la pregunta básica y profunda de lo que somos y sobre el tiempo
en que vivimos. Es pensar y observarse: lo contemporáneo.
En nuestros días la “cultura material”
junto con sus modelos de producción y sus crisis, han terminado por anquilosar nuestro
ocurrir, incluyendo lo que pensamos sobre la ilustración. De ahí la importancia
de volvernos a observar en la dimensión de nuestra época para reencontrar el
eje perdido y tratar de retomar esa trama significativa que nos aleje del
extravío en la conglomeración actual.
Existen múltiples usos y definiciones
de la ilustración, pero independientemente de cada postura, el cuestionamiento
existencial de dónde estamos parados, nos obliga a evaluar cada suceso frente a
lo que cada quien crea que realmente es el sentido de nuestro quehacer.
Sea tal vez la reflexión sobre lo
contemporáneo, el pensamiento que nos asuma en nuestra condición fundamental
para retomar rumbo, recuperarnos del amasijo de lo que ha venido siendo. La
idea sería ganar gravedad, peso, alejarse de esta liviandad, y qué mejor que
los ejemplos poéticos de la ciencia.
La cercanía con otros ámbitos del
conocimiento es una forma de hender la conglomeración de lo establecido, permitiéndonos
esa perspectiva tan necesaria y vital que es la respiración. Por eso la
referencia sobre la física cuántica y los universos paralelos, porque ese saber
de la ciencia que devela la mecánica de la poética del universo, nos entrega la
posibilidad de estructurar, en el propio reflejo del pensamiento lo que
consideremos pueda ser la dirección.
Particularmente la física es un modelo
que ha germinado maravillosamente el acto creador, recordemos esa puerta que
fue la física cuántica con el cubismo. Es así, el gran espíritu del
conocimiento que interpreta y genera siempre, ha sido un vórtice generoso.
Así pues, las circunstancias actuales
en las que operan las imágenes ya no es solamente una percepción ideal o
lírica. Se trata de un hecho real, concreto, cierto, las imágenes son universos
de posibilidades simultáneas, en espera de ser leídas.
Entonces vendrían las preguntas, ¿Cómo
nos relacionamos con nuestra obra?, ¿la
entendemos por asomo? o ¿sencillamente nos escudamos en lo llamado “artístico”?
¿Cuántos códigos hemos abandonado en
nuestro trabajo?, ¿Cuantos universos contenidos en la imagen hemos extraviado a
la suerte?. Ahí la urgente necesidad de acceder a esa extensión que es mirar
lo que nos rodea.
Porque hablar de contemporáneo, es
hablar del espacio que nos permite observarnos en distancia, lejanos pero
pertenecientes a nuestro tiempo, es la propia percepción que asume lo que
observa y es la forma de encontrar rumbo. Ahí es donde hay que pisar. Tantos
modelos editoriales que vemos y que habría que replantear al menos para saber
por dónde ir o hacia dónde dirigirnos como creadores.
Bien, pues esta es la exigencia que el
ilustrador debe cumplir, ya no intuir; debe comprender y asumir la propia época,
no es ya una propuesta opcional, es un requerimiento básico. Así, con esta determinación,
tenemos la lógica clara de entender que en nuestros días, la ilustración debe
ser un lenguaje contemporáneo que llene y ocupe estos paralelos.
Tenemos ejemplos muy claros que se
mueven contundentemente desde hace tiempo, que no es que sigan sobre la misma
línea, aunque tampoco la abandonan, sino que construyen y aprovechan sobre esta
simultaneidad, que dicen que esta condición es una forma de ser contemporáneo, que
requiere y ocupa nuevas relaciones. Es esa articulación lo contemporáneo, lo
que nos mantiene en el desfase de la percepción (tal vez la condena a la que se
refería Rene Girard). No es solo suceder
en nuestros días, es más bien balancearse trágicamente entre la separación y la
pertenencia. Por supuesto un ejemplo claro es el libro álbum, aunque también están
otros ejemplos artísticos contemporáneos como las instalaciones, los
performances, las intervenciones u otros ejemplos creativos, y por supuesto toda obra artística.
Esto nos encara lo que en un principio
la intuición asomaba, que los lectores-espectadores, son los que validan una de
las tantas posibilidades que puede tener la lectura que escribimos, con lo cual
debemos conocer por completo estas estructuras. Claro, siempre dentro de un
ámbito distinguible, no es que se hable del natural ejemplo de que todo en este
mundo se puede leer y por ese malentendido poner cualquier estupidez; claro, se puede leer, pero lo que nosotros debemos ubicar es
el artificio de la creación, la
escritura de nuestra propia mirada. Por tal, hablamos del compromiso para
asumir el discurso como posicionamiento ante nuestro propio tiempo. Cuál es la
idea de la ilustración sino comunicarse expansiva y poliédricamente desde un
lugar, eso es la cercanía que nos lleva a lo contemporáneo.
Borges usa una definición perfecta:
dice del arte prisma, a diferencia del arte espejo que solo refleja una
realidad, que éste desdobla la luz en haces de diferentes colores generando
otras luces que puedan desdoblarse en otras tantas, “es como si ante sus ojos
fuese surgiendo auroralmente el mundo.” Uno activo y
otro pasivo.
Así es la ilustración contemporánea, un lenguaje
prisma que ilumina mundos y que colorea a otros. Así se necesita que perciba el
creador al mundo contemporáneo.
En nuestros días ya no es suficiente
con representar información o espejear la realidad, una escalera-una escalera, un
árbol-un árbol, un niño-un niño: estas son solo condenas y desgastes absurdos a
la palabra y a la imagen, la sinrazón de nuestro trabajo y con ello el libro
mismo.
Creo que la ilustración debe pensarse
como un lenguaje profundo, polisémico, pero principalmente debe ubicarse. ¿Por
qué?, ¿para qué?, a mi entender, en esta época donde se producen miles y miles
de libros ilustrados, se arrumba gran parte de la producción editorial a la
mera idea de “producto”, olvidando ese valor ontológico que tiene por
naturaleza, además nos hemos poblado de tantas imágenes, que es fácil confundir
la imagen que informa con la imagen que medita abundando cada vez más lo
estrambótico. La ilustración, es cierto, ha perdido ética y sostén, es hora de retomar
su idea primaria como escritura humana, con lo cual el creador de imágenes ya
no solo será el realizador de estilos, o de virtuosas técnicas impolutas
desplegando pincel, ya ni qué decir de los copiadores de copias copiadas y
modas pasajeras, sino que sea en definitiva un verdadero espacio discursivo de
nuestro suceder como posibilidad siempre a desplegarse. La idea del gancho
visual, de la ilustración “bonita” es insuficiente un estado endémico que
debemos abandonar y que responde más a
nuestro tiempo, que no a lo contemporáneo.
Los compromisos deben conformar a un
nuevo tipo de ilustrador, aquél que no solamente erija desde la estética, sino
que además construya desde un fundamento y reconozca el espacio de la
ilustración como ese vórtice incesante que es. La idea es aceptar esta
oportunidad de ser un vaso comunicante.
Sí, contraer el compromiso universal como
“generadores de contenidos” (dicho con exactitud por Ajubel), contenidos surgidos
de esa grieta que es nuestra mirada, que pesar de que, y justamente, nuestra
persistencia en nuestra mirada nos separa, también es nuestra mirada y la forma
en que miramos al mundo lo que nos une y nos permite pisar ese espacio sagrado
que es la creación. Es esa bisagra
inventada entre lo separado que estamos y la pertenencia inherente de nuestro
tiempo lo contemporáneo del ilustrador.
Así la simultaneidad de mensajes, que
profundiza, que construye el juego de las puertas infinitas convergidas en una sola
a la espera de abrirse por la lectura, nos permitirá discurrir desde esa orilla
que es el juego de la ilustración con peso humano.
No hay más, el ilustrador debe pensar
lo contemporáneo y debe generarse. Debe asumirse en esa fractura eterna que lo
orilla a la lejanía, porque justamente ese compromiso es la primera piedra que
le acerca, a lo que le tenga que acercar. La lejanía y la pertenencia sobre el
propio tiempo y sus formas, la hendidura que nos dice: “debajo estoy yo”. La
idea del ilustrador contemporáneo.