domingo, 22 de septiembre de 2013

LA ILUSTRACIÓN COMO PRESAGIO



Nuevamente, un gran amigo, Javier Sobrino, ha colado en el reciente número de Peonza, una reflexión sobre un tema volátil. Ha hecho una pregunta directa: ¿Cómo nace un libro ilustrado?
Añadida a la idea, un concepto fundamental: lo incierto y lo improbable.
Decía así, borrar esa línea que separa los sueños, los recuerdos y la vida. Como si fuera vendedor de cubetas en anillo de circunvalación hoy mismo.
(dice U2 "traffic cop". Rue du Marais. No line on the horizon)




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La ilustración como presagio
I
Pienso en la insistencia para decir que no somos tan fugaces como las efímeras que hay en los lagos, pienso que buscar ese “algo” que nos haga permanecer un poco más aquí o allá nos anuda a ese hilo que todo lo vincula. Pienso tal vez que los libros son ese breve eterno que “finge” que todo sucederá como lo pensamos: entonces todo se vuelve un pretexto para que asome una ilustración.
Es así, el acto creativo es un contrapeso vital frente a esa angustia que parece tan antigua a la hora de pensar cuando se ilustra. Sin embargo sigue siendo para mi la única validación en esta labor.
Comienza todo cuando me apropio de cada proyecto para llenar de imágenes personales y ficticias (aunque ¿qué cosa no es ficticia?). La idea es adueñarse literalmente de todo, de parafrasear cada palabra con la luz de la mirada personal, para permitir que cada libro se extienda con nuestros otros entramados. Es así como obtenemos una forma de atestiguarnos, de validar todo aquello que uno pueda imaginar o recordar, es como logramos hacer que todo eso que se va permanezca un poco más. Entonces decimos: eso es así, esta forma aquí, esto de este color, la luz por allá… la insistencia sumada que busca siempre retener tanta levedad que se guarda en los libros.
Por supuesto comprendo que hay más formas de entender la ilustración, y más en este universo que llaman profesión, pero creo que la valoración de un libro ilustrado y más aún, en un libro álbum, se centra en la profundidad de las vinculaciones que tengan sus escrituras. Y yo creo en estas honduras como posibilidad: en las del antiguo acto humano de la insistencia, a través del ejercicio del dibujo, para sentir un poco de alivio.
Esta es mi idea al trabajar, los libros y sus ilustraciones como un acto casi sagrado, como un axis mundis en las manos. El ahínco de perpetuar todo lo que se ha ido, esas fugaces ondas que somos en el lago provocadas por las patas de una Efímera transformadas en una escritura que se evoca a cada lectura para salvar, para salvarnos.
Así la balsa de la ilustración nos sujeta a algo, nos da un estribo en dónde atracar, finge hallar un “intento de peso”. Entonces viene la obstinada idea de ilustrar de cierta manera, de hacer todo aquello que se imagina en elementos significativos de un cuento o una historia, como si fuera una revelación. Creo en eso, sé que es eso: la ilustración es un presagio, un presentimiento que se evoca para creer que se permanece un poco más aquí o allá enredándose en el universo de la lectura.
Así intento construir mis imágenes, para que puedan continuar en “algo” viniendo de “algo” humano, para que alojen la memoria de lo que leemos. Sé que nunca concluirán nada por sí mismas, no son ellas las que tienen que instruir nada, creo más bien en su prisma y en su pertenencia al libro por completo. Por eso la libertad con eso que parece una refracción de significados, por eso la insistencia en mostrar la mirada personal, por el impetuoso deseo de anudarse en algo, en esto que nada retiene.
II
Son muchos los ríos que nutren la gestación, pero creo que el más importante viene de ahí, de jugar que aquello que se desvanece permanezca un poco más. Hablo del uso de otros orígenes que no sean solo la búsqueda plástica para originar una ilustración. Ciertamente es una forma poco atractiva, pero así he aprendido a ver los libros y creo en ello, de ese pasado que somos, de ese cúmulo de exaltaciones que por alguna razón quedan ondeando en nosotros, como la huella que queda en la memoria diafragmando nuestra mirada. Así, justo en este mundo de realidades mercenarias, recobrar el regreso a esas fragilidades que nos conforman.
Es lo que tengo en mi memoria lo que uso para comenzar cualquier ilustración. No es que siempre lo haya hecho así, pero actualmente es de esta manera. La utilización de los recuerdos y los sueños son para mi un suministro de donde elaborar cada idea, sirve perfecto también para paliar la angustia creativa, porque cuando uno usa un recuerdo, cuando uno evoca una imagen o un momento, hay un significado guardado que funciona de peso para justificar su utilización, y es después con el trabajo que se encuentra ese verdadero sentido. Es esto en lo que yo confío ciegamente. Busco esta originalidad que viene de la anécdota contada: la visión de uno mismo, muy lejos de la impetuosa innovación estética o de la idea majestuosa. Mi camino es otro.
Intento de alguna forma amalgamar memoria e imaginación en el empeño de clarear el tumulto de ideas que percibo para encontrar una balsa. La balsa que sostendrá todo elemento en la construcción de una ilustración. Una ilación de todo aquello que se ha retenido para hilarse. Sí, la memoria es una trama de muchos hilos e ilustrar es su lienzo donde todo se teje.
Mis imágenes provienen de ahí, de ese esparcimiento que es contemplar la maraña de conmociones que me han marcado, que me han formado, también incluso aquellas que no he vivido. Las vivencias, los recuerdos, los sueños, los miedos, los deseos, los accidentes o esas angustias que tanto me han acompañado, son el bagaje con el que me proveo. La ilustración es para mi un inmenso lago tocado por efímeras, y sus formas y figuras son esas minúsculas ondas que quedan en el agua, como un árbol pintado de rojo, como las sábanas que ondean en un patio, como una niña que se abraza a la pared o como una lata que se convierte en maceta. Todas son rastros de una imagen que se presagia.
Me explico: cuando uno se enfrenta a una hoja en blanco, no tiene idea de lo que habrá ni de lo que dibujará, pero al final la ilustración que resulte se convierte en una revelación que muestra eso que desconocemos de nosotros mismos, es “el conocimiento que proviene del desconocimiento”, una especie de oráculo que nos muestra y explica a la vez. Dice el poeta: la poesía es algo que no sabemos hasta que lo escribimos. Así la ilustración. Sucede lo mismo, nunca sabremos nada de lo que haremos o dibujaremos (¡no tenemos que saberlo!), solo hasta terminado el dibujo o la ilustración, entendemos eso que la intuición nos empujaba a conocer. El mismo dibujo es la respuesta de un oráculo antiguo: ahí el presagio.
Es un prodigio recurrir a los recuerdos y visiones personales para empezar a ilustrar, porque conseguimos afianzar espacio y vida en un tiempo tan feroz y tan mercantilizado, pero además logramos mantener un respeto alto al libro, porque ilustramos con el mismo aire con el que la pasión infunde. Entonces, una vez la sensación de despojo y de abandono cuando terminamos cada proyecto, nos refugiamos en esa sensación de vida que nos queda.
III La piedra y la puerta
Hay dos momentos importantísimos que suceden en mi trabajo, el primero, que siempre marca la dirección y que lleva indeleble la luz-atmósfera, es aquel que permite aparecer imágenes en el papel de una forma inmediata, “sin pensar”, es la intuición; dibujo lo primero que me venga a la mente: elementos cualquiera, es la primera fotografía de todo; es un lanzamiento al vacío de lo que no entiendo, normalmente son “fijaciones”, rostros narigones, ojos pequeños (esta imagen fue la primera que entendí al verme en el espejo), una escalera, una silla, algo que cuelga, un árbol seco o cualquier imagen que haya asociado con el texto. Es ésta primera imagen la que se convierte en una roca, de gran peso, que no se mueve, que engancha visualmente por algo, pero que desconozco el por qué. Trabajo siempre comenzando desde ahí. El otro momento deslumbrante que sucede es la búsqueda de su entrada. Hace poco lo comentaba con una idea maravillosa de Zsymborska cuando habla de una roca. Ella, la poeta (benditos poetas) escribía: toco a la piedra y le digo: soy yo, déjame entrar, a lo que la piedra le contestó: No tengo puerta. Es así, a esa imagen-roca que se nos arroja al papel, hay que inventarle-imaginarle-dibujarle una puerta. Así se conforma una ilustración, de puertas dibujadas-inventadas a una gran roca, en donde la roca es todo aquello que no comprendemos y que aparece con alguna forma. La misma puerta por la que Alicia entró a un país diferente: la imaginación. Es por ese espejo que intento entrar a la imagen.
Así pues, la ilustración se convierte en otras y más puertas de un libro álbum, ya que es la hendidura dibujada en la roca. Claro, nunca habrá una certeza total, porque nunca debemos y podremos saber con exactitud, sino más bien sabiendo únicamente que se dibuja sin saber nunca lo que se dibuja. Precisa, sola con esa incertidumbre, sin descubrir nada, insinúo o permito, privilegiando otra evocación. Ese gran fermento que es lo incierto nos consolidará las entradas. El dibujo entonces se convierte en puerta.
Lo robado y lo soñado
Hay muchas cosas que nos abren y nos enseñan, la danza y el cine han sido para mi  fundamentales a la hora de observar el mundo, a la hora de interpretarlo. Me ha sucedido que ciertas imágenes se quedan grabadas en mí, transformándose en significados profundos, por ejemplo, elaborando Tres niñas había una escena en donde una de las niñas se encontraba sola, en una intemperie profunda, ella y sus hermanas se encontraban en un lugar que decidí era el desierto, sin embargo necesitaba que ese desierto se extendiera a sus interiores, pero no de forma gráfica o plástica, sino más bien como algo casi imperceptible, muy velado; recordé entonces una escena de una película de Theo: una mujer con vestido muy ligero, caminando en la playa, alzaba sus brazos. Esta imagen me marcó y me dijo tanto que indefectiblemente la niña del cuento tuvo que tener esa “intemperie en calma”, el solo hecho de alzar los brazos era para mi un valor semántico, es decir, una persona con los brazos abiertos significa en mi entender: intemperie, entrega, abnegación, calma; como Cristo crucificado que esta en la intemperie preguntando a su padre el por qué de su abandono. Así fue que puse a la niña a contraluz de la noche, era una especie de desnudez, de rendición inmensa, como cuando estamos expuestos totalmente.
Esto llena mi mesa, de cosas que han perdido el origen de haber sido robadas o de haber sido imaginadas, no me preocupa distinguirlas, tampoco tengo interés si es novedoso, el único requisito que pido es el haberlo vivido, soñado o imaginado. Aunque creo sinceramente que todo lo imaginado, siempre será un robo que cubre nuestra indigencia. Sí, no habrá nunca nada nuevo bajo el sol.
El absurdo y lo incierto
También me apoyo mucho cuando observo fotografías, veo esos fragmentos que somos e intento acercarme a esas partes, escucharlas, entender esas escenas indescifrables y que son “absurdos” ininteligibles. Claro, nosotros vemos esa extrañeza pero en realidad esos “absurdos” tienen sus lógicas. El absurdo es sencillamente un fragmento de la realidad que desconocemos, como el caos, que mantiene su orden por descifrar. Buñuel contó sobre su película “Los olvidados” una escena que me marcó con una claridad que hasta ahora sigo observando de esa forma cada fotografía. Hablaba de una escena en donde unos chicos perseguían a un ciego para golpearlo y pasaban por un edificio en construcción en donde cien músicos tocaban una melodía que no se lograba escuchar. La imagen era inexplicable en sí misma, pero en la misma idea de Duchamp, al abstraer de cierto contexto un objeto para resignificarlo en otra realidad, se conforma la poética de lo incierto, permitiendo al lector su propia lectura y su propia expansión, no la del escritor, ni del director de cine, ni del fotógrafo, y mucho menos del ilustrador, sino del lector, del que especta del otro lado, dice Octavio Paz, de tal forma la imagen oscila. Entonces verdaderamente la poética es del que lee, no del creador. Duane Michals, August Sanders, Alessandra Sanguinetti, Sudek, Vishniac, Graciela Iturbide, el maestro Nacho López, tantos y muchos fotógrafos muestran esa consolidación de lo incierto. Yo creo lo mismo, como la ilustración de La Sirenita, que internada en el mar mira un pez flotando en sus manos, parecería más una imagen surrealista pero entonces digo: ¿por qué no podría ser justamente el momento en que un pez brinca al intentar atraparlo?

Coincidencias pobres
Cuando realizaba “Taller de corazones” había dibujado un bosque de árboles a tinta muy exánime, sus troncos eran negros y sus ramas estaban desprovistas de hojas, así que la editora me señaló el problema, el asunto es que se necesitaba una primavera; por supuesto no quería rehacer la ilustración, así que la solución vino literalmente “vistiendo” a los árboles de primavera. Así pues, recorté tapices llenos de flores y de hojas multicolores, cubriendo de primavera esos cadáveres que eran mis árboles. Pasado el tiempo, leía una nota en el diario en donde hablaban de un movimiento que hacían algunos artistas “Yarn Bombing”. Se trata de instalaciones que revisten el mobiliario urbano e incluso árboles con tejidos de crochet. La idea es exactamente la misma: vestir de color aquello que nos rodea, tal como lo hace la primavera. Imitamos la naturaleza tan ingenuamente.
Hacer y encontrar: un hilo
Cierta vez en un proyecto casi perdido, aparecieron unos hilos que se enredaban en los sombreros de unos personajes oníricos, era una solución recogida más por hartazgo de no encontrar nada estéticamente solvente que otra cosa, pero este pequeño elemento encontrado fue suficiente para detonar la ocurrencia que resolvería todo el libro. La idea fue reutilizarlo y vestir también a la luna que aparecía en otra ilustración. Inmediatamente después, y como una revelación, la idea se expuso, no la mía, sino la que proviene del azar. El hecho fue que al poner una ilustración junto a otra, por la gracia de la narración natural, se leía todo un ensayo sobre la naturaleza del deseo. La delgada línea mudaba a un cúmulo de palabras que decían algo dependiendo de dónde la colocara y con quién habitara, por ejemplo, a los personajes los colgué de ese mismo elemento o los vestidos se cocían con ello. Recuerdo la excitación que tenía cuando, a unos días de la entrega, rehíce varias ilustraciones que necesitaban modificarse, era increíble ver como se iba transformando ese hilo en la idea faltante, era en verdad un transportador de significados. Entonces el hilo se convirtió en metáfora.
La asociación accidental es una firmeza que lo sostiene todo si se le permite, incluso en los necesarios contrapuestos tan requeridos para desarrollar una idea. Así obtuve el eje conceptual de toda la propuesta: la metáfora del hilo; como lo que se enreda en nuestras cabezas y que nos viste de cierta locura por el que muchas veces nos colgamos (en la historia se concedían tres deseos, ¿quién no se volvería loco con este sueño?), seda blanca que se deshila por las noches del que el anhelo pende.

V. Pliegue y lienzo
El ejercicio de ir marcando, encontrando o inventando asociaciones en mi trabajo, de no saber si he robado, si solo ha sido un hallazgo o si solo ha surgido del lápiz, no me preocupa en lo mínimo, me asumo como ese sencillísimo pliegue que somos y prefiero concentrarme en servir a la historia. Por eso entiendo que la exploración en la ilustración, es en todos los sentidos y en todas las formas, desde la punta del dibujo que va explicando la línea de lo no visto de lo visto, hasta el manejo diminuto de lo que conocemos, una mano bajo la tela que se disfraza. Así puedo contar: este es un corazón difícil de asir y dibujo un pez, o ahora el amor es una promesa y dibujo una crisálida en flor o simplemente me asombro de una selva y la dibujo de una forma imposible. Juego a re-significar las cosas del mundo en cosas de mi propio mundo, juego a poner una cosa por otra, como cuando de niños tomábamos cualquier colador de cocina convirtiéndolo en corona de rey en nuestras cabezas: ese es el martillo del que hablaba Brecht. Por eso siempre le damos un sentido personal a las cosas que tienen un significado común, porque necesitamos decir “la silla de” no solo “una silla”, precisamente la historia de un momento personal y único que esta debajo de la imagen, que, paradójicamente, ya no existe o que muy pronto dejará de ser, como esas Efímeras que mueren al día.
V Pensamientos
Ese sería el artilugio de la ilustración, la de la Efímera que ve su reflejo ondearse en el agua mientras su pies se posan en ella. Tal vez una huella que quiere permanecer.
Una y otra ilustración nace así, con la necesidad de esta persistencia, buscando el  presagio, siendo una ilustración inminente, no que diga algo, sino que esté a punto de decir, precisamente el instante previo, la imagen que se pierde para encontrarse en cada lector. Cuentos, historias, clásicos; un caracol que nos mira y que susurra, que arroga cada orfandad, por accidente o por esencia, con certeza o con duda. Eso es la creación dice Antonio Muñoz: unas veces encontrar y otras solo buscar.
Y muy a pesar de que pueda llegar a leerse este mensaje o no, creo que ese resquicio que permite la hermosa ambigüedad lo anima todo, es un corazón que no necesita mostrarse: el indescifrable presentimiento que siempre llevamos y que al final será interpretado de cualquier forma, o tal vez no. Esa es la belleza de lo inminente, ese es el peso que somos. Es por eso que uno siempre quiere surgir en cada libro, brotarse a cada ilustración, con la esperanza de que, aún a pesar de la enormidad, la pequeña impronta en que nos reflejamos pueda ondear por otro pequeño instante.





sábado, 22 de junio de 2013

PROGRAMA LO INMINENTE Y LA ILUSTRACIÓN

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Título:           LO INMINENTE Y LA ILUSTRACION
                      Expandir metáforas.

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Descripción: El eje del taller es un ejercicio de intervención fotográfica para abordar otra forma de creación y encontrar distintos caminos de profundización en el discurso de nuestra ilustración.

Objetivos: Acercarse a lo incierto y su poética a través de ejercicios de apropiación, teniendo a la intuición como un recurso para encontrar otra forma de imaginar las cosas.
La idea es que en el taller podamos construir nexos mediante la intervención para apuntalar metáforas e hilos narrativos que nos ayuden a profundizar los mensajes de la ilustración y conectar nuestras memorias con el hallazgo. Es utilizar lo recordado, lo imaginado y lo soñado como artilugio creador en una ilustración.

Nivel: medio y avanzado

 (día 1)
BLOQUE I. El primer acercamiento y la belleza del caos.
- La figuración y la apropiación.
- La intuición y el tono.
- Luz y atmósfera.
- Los primeros enunciados conceptuales
- Aquello que nos gusta: la intuición.
(día 2 y 3)
BLOQUE II. Replanteamiento y ordenamiento
-La significancia y la mirada.
-La deconstrucción y el concepto.
-Estructuras formales: color, jerarquías, énfasis, composición.
-Los tres mensajes de la ilustración.
-Figuras y metáforas.
(día 4 y 5)
BLOQUE III. La consolidación de la intuición.
-El discurso y la voz
-Vocablos visuales
-Trama
-Narrativa
-Legibilidad.
(día 6)
BLOQUE IV. La mirada conversada.
-La idea del libro.
-Una anatomía exacta: ejemplos de libros.
-La reflexión.
-El funcionamiento.
eso,
la vuelta al signo humano en la ilustración.



domingo, 3 de marzo de 2013

Enjambre de venas.



Schizein-phrēn.
Enjambre de venas.


(Para Mónica dolorida)

"Ella mira esta parte de su cuerpo, lo más precioso que posee
y que ahora se le muestra bajo su piel, que se ha hecho transparente,
con toda la hermosura de sus finísimas ramificaciones que semejan un paisaje paradisíaco 
 de sendas sinuosas que despierta el deseo de adentrarse por ellas para hacer descubrimientos..."

El hombre Jazmín, Unica Zürn.
trad. Ana María de la Fuente
Ed. Siruela.




Fotografía de Hans Bellmer sobre Unica Zürn

Un enjambre de filamentos nos ata, nos hunde dejando pliegues de un cuerpo. Los surcos que escinden esas líneas nos tatúan los ojos, la boca, las manos, la lengua, las orejas, el culo, la cabeza. Creemos que eso somos: un enjambre de venas. Con ello se emana la vida sobre el ser. Ahí el origen que debió formarnos, aunque en nosotros no sostiene nada, lo otro era contundentemente vida, lo nuestro solo anhelo envuelto.
Eso es, una masa informe, ahí, tumbada; envuelta sobre su propia gravedad, henchida de nada, asfixiada de sí. Tal vez lo que queda de todo.

Una delicada larva nos lo muestra todo, nos lo dice todo. No hay por dónde empezar a reconocerle. Somos un ser contraído, apresado por nuestras estrías que emergen en ligamentos, en músculos, dedos, lengua, sexo. Y entonces la conmiseración.
La fotografía de Hans Bellmer sobre Unica Zürn es una imagen vehemente. Terriblemente hermosa.
Un espejo interminablemente atado, mirándose, la sustancia siendo cuerpo que se desborda, como siendo insuficiente esto que llamamos ser, o ¿podría ser la casa de las enfermedades?.  La voluptuosidad del deseo, como si en verdad pudiera convertirse en algo, llevarnos a algo. El ser que se distancia buscándose, alejándose. Entre más se aleja más pierde forma de ser humano. Dice Ibsen "el mineral insensato, golpeado por el martillo, se ha puesto a cantar." La sustancia siendo cuerpo. Nada más.
Su forma impetuosa nos dice lo amorfo que somos, que seremos; Un atado de líneas torcidas intentan asir pero solo deforman. Y lastiman, y hieren, y ahorcan. Todo un fárrago de ser que se enquista por las cuerdas humanas en nudos uno tras otro para cobrar forma de algo. Esa imagen provocadora de una muñeca desarticulada que después de rota se intenta volver a juntar pero que en el trance del miedo queda desfigurada: la pierna en hombro, el brazo en la cadera, el pie en el cuello y el torso en el centro de una medusa desmembrada.
Unica Zürn es el suceso de un onanismo de existencia que se estría, se derrama, que amortaja en el propio envoltorio de sí mismo: ni la angustia misma se logra escapar. No, ella no se expande, más bien se contrae, implosiona, se enrosca sobre sí misma, como esa danza que soñaba de un escorpión clavando su propio aguijón. Se acontece fragmentada y atormentada por la vida, una vida que se mira desde un pequeño y apretado lugar. La cabeza y sus ojos, ojos-aguijones que se clavan en sus propios párpados. Su ser mira a través de ello. Como Onán derramaba su esperma sobre la tierra, Unica Zürn también es su tierra en la que se derrama: carne y tierra, tierra de “árbol de pan”. Larva-semilla: yerma.
Son pocas las obras que son exactas, solo quien vivió junto a ella pudo aproximarse, pero además tendría que tener ojos para mirarla y atarla y tumbarla y tasajearla, para entonces desnudarla y desvelar esas venas que dolían y que amarraban la otra carne que formó su voz, sus visiones, sus paranoias, sus angustias. Y también tendría que haber sido una mujer brotada de la incapacidad que se envuelve para aislarse  y asfixiarse quien posara en la fotografía. Nuestro absurdo es la muralla que no nos deja verla y que Hans Bellmer logra mostrarnos sin pudor. Hay quienes proclaman un enunciado surrealista, yo creo más bien que es un luminoso acercamiento sobre esas redes y tramas que nos forman. Es la fotografía que transparenta la piel.



Unica Zürn, Tinta.


Los dibujos de Unica Zürn son así, de una poética directa, sin medios, ni filtros; de una línea exhausta, perversa (¿es esta la ruta antigua de Girard?), sin descanso; que enredan y constelan para mostrarse y que ondean la tinta negra. Solo un estado absorto logra estas refracciones. Es un dibujo que logra abrir el tizne de su tinta mostrando su jardín: una sierpe dolorosamente enredada. Son la angustia primera y única que todo lo forma, y que de no ser por esa amorfidad, se desparramarían sin fin.
Entonces es cierto, el cuerpo, la mano, el ojo, el ser, son marcas de lo escindido que somos y que creemos es lo que nos ata en la vida. Estamos encogidos sobre un pasto, falta solo un perro que nos lama. Schizein-phrēn.

Anagrama

Unica Zürn intentaba descifrar la realidad através de anagramas, permutando palabras.
Entiendo ese intento.
Así nosotros: la ilustración como anagrama de la realidad.
Un taller próximo para Macerata en donde juguemos a descifrar la realidad a través de anagramas visuales.
Espero haya vida para entonces.