La intermitencia en la formación que existe entre generación y generación de ilustradores en México es una fractura en la continuidad del conocimiento que no ha permitido consolidar una línea histórica reconocible desde dónde partir para proyectar nuevos horizontes. Las ideas como sus discursos se disuelven entre las hendiduras generacionales, apareciendo y desapareciendo con cada ilustrador que surge y cada vez que se pretende renovarlas no logran presentar ningún cambio. Es una reducción a trabajar sobre lo ignorado distanciando el avance de los entendidos de ilustración. Pensar que con las nuevas generaciones se podrán renovar las perspectivas sobre la ilustración automáticamente es un fallo, tampoco lo será si dejamos esta tarea al entorno de nuestro trabajo, y aunque las circunstancias van cambiando para todos, habilitándonos poco a poco a enfrentarlas mientras nos sostienen momentáneamente, no supondrá ningún avance fundamental. Así, el estado general de los entendidos de ilustración se mantienen sujetos, agotados, como un paisaje rígido que hay detrás de un tiro al blanco que sirve de fondo mientras gira una rueda en torno a su propio eje, apareciendo y desapareciendo las mismas figuras una y otra vez, haciendo parecer que todo se mueve.
Es este estado, en el que nos desenvolvemos, lo que ha pasmado la historicidad de la profesión y en consecuencia ha asfixiado el crecimiento de las ideas procedentes para replantearlas y proseguir con nuevas realidades, impidiendo además construir esa base fundamental de funcionamiento que la historia produce en el artista. Urge definitivamente profesionalizar y abrir los modos de estar del ilustrador.
Las ideas de ilustrar en México han sido una invención de los entendidos muy ad líbitum, no de estructura; extraviando con ello los avances que pudieran generarse en un pasado e iniciando siempre desde nada todo comienzo. Sin duda, y a pesar de ello, es cierto que se puede erigir una postura frente a la labor con cierta estructura, sin embargo ésta no llega a hacerse consciente, es una inercia y nos mantiene únicamente por la superficialidad de la creación, marginándonos a paliativos que suplen esa hondura reflexiva que la actividad de ilustrar debe tener. Solo en ciertos casos la particularidad de los artistas ha logrado profundizar en una postura creativa, sin embargo muchos otros se mantienen confinados en el recurso exclusivo del estilo como forma de estructurar, trivializando contenidos y a merced de la inspiración.
Creo además que es importante entender que el ilustrador debe fundar una postura desde su momento histórico y humano para poder visualizar verdaderamente la profundidad de la profesión y asumir tal dimensión, ya que de no ser así nos reducirá y nos mantendrá clavados a los artificios estéticos que solo connotan un vacío y que nos cercan a los perceptos kitsch. Las tendencias, las modas, las vanguardias, incluso las nuevas tecnologías o hasta el estilo, son, sin éste peso conceptual, disimulos falsos que tarde o temprano pasarán sin peso alguno sobre la idea de ilustrar. Así pues, tenemos un lastre que nos mantiene a esa rueda de feria para aparecer y desaparecer una y otra vez sobre una estética socaliña y remedada que hay que romper.
Hay que generar reflexión sobre la información, construir pensamientos, enlazarse en el diálogo, definir los entendido colectivos y personales, y de ahí entonces empezar a crear. Tenemos un panorama fragmentado que no puede hilar historicidad alguna, nos mantenemos excluidos cuando deberíamos ser vasos comunicantes, provocamos un aneurisma que impide la oxigenación con conocimiento, con información, padecemos una misantropía, irónicamente nosotros que trabajamos en éste espacio de reunión que es el libro. Éste discontinuo proceso seguirá fracturando por mucho tiempo el carácter dialéctico y seguirá anulando cualquier transmisión de ideas si seguimos replegados sobre nosotros mismos, así es como la ilustración en nuestro país se ha mantenido relegada, a través de criterios que van surgiendo solamente con la experiencia y con la información que uno va acumulando, manteniendo esa limitante en los modelos de estar y de crear
A reserva del trabajo, muy sobresaliente por cierto, de Guillermo de Gante en sus diplomados, no ha habido otro trabajo que enlace y que disponga de estructuras suficientes para conformar la profesionalización de la ilustración en México, y aunque es cierto que en estos últimos años han surgido talleres de ilustración y algunos encuentros importantes como el de Oaxaca producido por la FILIJ, no es, ni será suficiente si permitimos esa intermitencia y no empezamos la discusión, no en persona, sino en ejercicios de crítica, de estructura, de profundidad en el trabajo, de enlace; si no sorteamos esta circunstancia retraída que limita todo nuestro desarrollo a meros ejercicios de encuentros de experiencias; si no construimos un verdadero sostén cognitivo de procedencia que desarrolle, provoque y genere posturas; si no construimos desde los conceptos e ideas; si no nos dirigimos hacia una profesionalización, entonces, la ilustración en México seguirá inconexa y se mantendrá como cuerpo yerto. Sustentándose solamente de excepcionalidades mientras la gran mayoría se mantiene en la mediocridad, de importaciones que no devuelvan la mirada, de decisiones editoriales con fines de mercado solamente, consolidando el objeto ante la pérdida del sentido, de una estética empobrecida, de la ausencia de nosotros mismos.
Y a reserva de la falta de atención que han tenido las instituciones y universidades para esta actividad, los ilustradores tampoco hemos trabajado por consolidar ningún vínculo que genere alguna colegialidad en la que podamos participar para modificar ésta situación. De ahí la importancia de asumir un compromiso de anexión y diálogo en grupo para incidir en las circunstancias de nuestro trabajo y señalar los horizontes. Sin duda es un trabajo que necesitamos aparejar con los compromisos personales sin esperar edificios por habitar. La idea es clara, no estamos excluidos sino sólo por nosotros mismos, el ejercicio personal de compromiso es una línea que termina en el compromiso colectivo y puede ser tan inmediata como trabajar con conocimiento, con conciencia, abandonando la indiferencia y criticando abiertamente con la propuesta. Al final, en determinado tiempo, todo ese trabajo abrirá los espacios que tanto reclamamos, incidiendo en las relaciones creativas y le devolverá a la ilustración su valor significativo y creativo. En fines prácticos, es una necesidad primordial para consolidar el trabajo individual, entender que no se puede desarrollar el trabajo de la ilustración desde el entorno del sistema en que nos relacionamos productivamente, más bien revisando nuestro estado actual analizando la historia y reflexionando su información para erigir desde una postura cierta las ideas con conocimiento de la ilustración.
De ahí la necesidad de pensar verdaderamente en una asociación de ilustradores como lo plantea Ricardo Peláez, pero con un carácter de foro dinámico, que vincule conocimiento e ideas, que promueva el análisis, la discusión, la reflexión, el encuentro y que busque en la vinculación los conceptos fundamentales del funcionamiento de ilustrar como profesión creadora, solo así se puede pensar en ocupar plenamente los derechos de autor: siendo creador. No hay por qué limitarse a un directorio de ilustradores o a escaparates de merchandising grupales, sino más bien pensar en un organismo que conecte, que mueva, que organice seminarios, laboratorios, exposiciones, asumir el compromiso de trabajar desde lo colectivo donde no hay trabajo, no esperar una paternidad que no existe. Incorporar a nuestro ámbito la presencia de la crítica especializada, del análisis que se dan en las universidades, del ensayo de autor, reinventar en nuestro modo y a nuestro tiempo la profesión de ilustrar, ser contrapeso con conocimiento en las ideas del libro para establecer nuevas formas de relacionarse, incidir en los libros directamente como creadores. Creo que en la medida en que nos reunamos, nos identifiquemos y abramos la discusión a las diferencias se encontrarán los sentidos y definiremos, en lo individual, el nuevo cuerpo del ilustrador mexicano.