Construir no sólo con signos, sino con vocablos visuales que enuncien y que moldeen toda estética en el trabajo.
Los vocablos visuales en una ilustración alumbran la imagen en su origen como lenguaje, la erigen en pensamiento. Permiten una sintaxis que se nombra. No sólo la estética formal o su andamiaje conceptual, sino, además, el lenguaje de vocablos que posibilita profundidad en la lectura. El paisaje que nos hace hablar "a solas".
Sí, la voz dibuja la forma ciega.
Hacer proposiciones visuales que, además de reconocerse y significar, se lean en una nueva posibilidad; construir así, en la naturaleza de la escritura, es renovar y consolidar el lenguaje. Entonces el objeto renacerá en el mundo y la ilustración vendrá de su lectura.
Así es como apropiamos el universo y lo transfiguramos en mundo, a través de nombrarlo, la magia que hace que los objetos se conviertan en pensamiento. Es esa escalera que une lo de aquí y lo de allá, el axis mundi. Lo que es el libro y lo que imagina el lector. Un péndulo ontológico
En ese acto, la palabra figurará la forma y la forma enunciará la ilustración, un juego fantástico: el origen antiguo de todo lenguaje, la abstracción y la simbolización, pero además, la enunciación. El juego de un cuenta cuentos. Será por eso que los ilustradores somos mentes antiguas.
Y es que la palabra es esa gravedad que sujeta la forma pero que a la vez, la eleva en el imaginativo. El equilibrio exacto moldeándolo todo.
La ilustración debe ser así, la escalera desde lo más profundo hasta lo más alto, los escalones de los silencios, la palabra que nombra pero que no se dice.
Leemos las ilustraciones a través de visualizarlas y las abstraemos al mundo en sus palabras. La imagen sucede.
De ahí la importancia de un buen uso de la palabra en los ilustradores, que no solo sustente el pensamiento, sino que además, le devuelvan (y la devuelvan) a la imagen ese poder evocativo originario. Al final habitamos siempre de cerca el primer acto del lenguaje, imaginar.
Las palabras son imágenes, las imágenes son palabras.
Sí, la ilustración ocurre.
Es esa línea que trazamos en silencio con la voz de la palabra la que figura nuestras ilustraciones. Es mostrar, no decir; el lector es el que dirá, como cuando leemos un poema y nos quedamos callados, esperando imaginar en silencio.