lunes, 14 de noviembre de 2011

Aforismo








Dicen de la "multiplicidad" del universo. Lo entiendo como paradigmas que se multiplican y que se reflejan.
Observar la cascada de Wang Wei es ver en profundidad el universo, la marea de ese "cuerpo-respiración" que lo produce (no que lo reproduce). Como los retratos del bambú en donde se percibe el pincel-brazo-muñeca que emerge. Mancha que pide dirección, punto haciéndose línea, línea haciéndose plano, plano haciéndose luz, luz que se hace niebla y roca (acaso pediremos más poesia?).
Ahora sé que el bambú brota de la tierra solo seis años después de germinado, aunque en realidad esos seis años, en donde no se ve brote alguno, su raíz erige un sistema complejo de cimentación que sostiene la elevación de su cuerpo hasta 30 metros de altura. Justo como el proceso creativo de un libro: se necesita mucho tiempo bajo tierra para poder brotar. Y solo después de mucho (ojalá fuera así) puede crecer el proyecto, dependiendo de su profundidad, de qué tan complejo se enhebró el pensamiento puede sostenerse o venirse abajo un libro entero.
"Multiplicidad" del universo en la ilustración.

sábado, 5 de noviembre de 2011

PEONZA

Hace poco Javier Sobrino y yo charlamos un poco, a él se le ocurrió hacerme una preguntas que después se publicaron en la revista Peonza.
Aquí el texto:


1.- ¿Qué te llevó a elegir la Ilustración como profesión?
Primero fue el azar, después vino el anhelo y ahora es un fervor. Mi comienzo fue cuando ayudaba a mi hermana dando color a sus dibujos o copiando tipografías en un acetato para alguna portada, yo trabajaba como asistente de un maestro escenógrafo y amaba el teatro, por los apuros económicos tuve que entrar a la televisón pero fue una mala decisión; justo en ese tiempo mi hermana me propuso que le ayudara a hacer algunos dibujos y decidí dejar mi trabajo, un dibujo siguió a otro y por las noches mi hermana me prestaba su Quadra 605 (de 25 MHz) mientras experimentaba con dibujos vectoriales, hasta que un día me invitó a ilustrar un cuento y de ahí hasta ahora que se ha vuelto una parte importante de mi vida el ilustrar y hacerlo desde un ordenador.
2.-¿En qué medida tus estudios de Artes Escénicas influyen en las imágenes de tus libros?
Creo que influyen como mis recuerdos, de alguna u otra manera todo nuestro pasado se vuelve un trazo que nos delínea abasteciéndonos de muchas imágenes e ideas. Al principio creo que este bagaje aparecía muy esporádicamente, hasta que se fue robusteciendo y actualmente se ha vuelto parte de mi discurso, una forma de asumirme en el origen que construye mi mirada. Y no solamente son imágenes sino formas conceptuales también, la manera de “montar” una imagen, de conceptualizarla. Es la firmeza que me sujeta cuando me extravío o me confundo. Ya ahora se ha vuelto mi piso desde donde miro el mundo.
3.- ¿De dónde proceden los personajes  de tus obras, algunos de los cuales se repiten en algunos libros?
Hay insistencias que provienen de la fascinación o de lo que me sigue inquietando, recuerdos que siguen generando asombro en mi, creo que por eso la insistencia, es como cuando a uno le llama la atención alguien y existe algo de ese alguien que no logra descifrar qué es pero que hace que uno no pueda dejar de contemplarlo, entonces esa figura se cubre de un halo de misterio que fascina; ese desconocimiento abre un espacio imaginativo enorme, otorgándole permanencia entre los recuerdos y se vuelve casi una obsesión, los sombreros, el gesto, las alas, los pies descalzos, es como un universo poblado unicamente por una sola especie. Su origen es muy diverso, tal vez  proviene de alguna fotografía, de una película, de las fotos de casa o de la gente que anda en la calle, ahí es donde probablemente recoja estos personajes, pero no sé, es difícil precisar un lugar, aunque siempre tengo el recurso de cerrar los ojos y poderlos encontrar.
¿Y por qué esa  indumentaria común a algunos de ellos: camisetas de rayas, pantalones con tirantes…?
Es algo muy lúdico, amo ese aire de “otro tiempo” o de “otro mundo”, me fascina, las rayas para mi me remiten a la infancia y no porque me vistieran así, sino porque recuerdo a un personaje que aparecía en la televisión que se llamaba “Cachirulo” y contaba cuentos a la vez que los escenificaba, su vestimenta justamente era una camisa a rayas y su cabello era de color naranja, usaba zapatos con hebillas y vivía en un mundo mágico para mi, de hecho el programa se llamaba Teatro Fantástico. Todo me hacía imaginar que efectivamente, era de otro mundo, de ahí la reminisencia.
4.-¿Qué papel juega el color en tus ilustraciones? ¿Por qué te decantas por gamas de grises, ocres, azules… y algún color que destaca? ¿Qué intencionalidad tiene?
Es un trabajo que pretende ordenar al color como elemento sustancial, la economía del color permite jerarquizar y significar el color, la idea es muy sencilla, la penumbra anuncia, enmarca y paradójicamente alumbra, ahí es donde el color cobra un valor jerárquico y puede significarse, por eso todo esta enmarcado en grises. Sucede también en el teatro, la penumbra, que en la imagen sería ese agrisado, le da un peso dramático al cenital que potencializa el color, por eso la paleta de color con una sola base de donde surge el color acento. Este criterio posibilita la significancia del color, de escribir con él significados y ayuda mucho a realizar metáforas legibles, o al menos ubicables. Esta idea le devuelve al color pigmento su valor luz, es decir, si a una serie de colores los velamos con un azul, los colores se unifican y emerge una atmósfera de un solo tono como si en realidad fueran bañados por una luz azul, físicamente esto sucede así, es la cualidad de las veladuras en la pintura, la veladura es una luz que baña como una luminaria que tiñe cualquier color.
5.-¿Cuál es tu proceso creativo? ¿Cómo es la evolución de tus ilustraciones desde su gestación inicial hasta las artes finales?
El proceso es muy conflictivo y de mucha incertidumbre, siempre empiezo escribiendo palabras y bocetando formas sin saber muy bien hacia dónde ir, hasta que el propio diálogo que hay en ello me lleva a tierra firme. Este primer paso es muy intuitivo, viene cuando leo por primera vez el texto y una palabra aparece contundente y permanentemente en la lectura, de ahí siempre parto para otras lecturas a la vez que empiezo a dibujar rostros centrándome en amplificar el universo del gesto, todo es a priori, no reflexiono nada, solo intuición, entonces, se va haciendo una ruta que va encontrando idea y consolida esa primera palabra o la cuestiona, es trabajar ciegamente para encontrar algo, horadar la nada, eso que nos deja ver lo que estabamos buscando aunque no lo supieramos, solo hasta que lo tenemos enfrente nos damos cuenta que los buscábamos. Entonces el dibujo lo ilumina todo. De ahí hago un trabajo paralelo con el color y su textura, para mi esta parte es como adjetivar el color. Poco a poco todo se va enhebrando. Es riesgoso porque pueden pasar días sin encontrar nada o lo que se tenga encontrado no sirva de mucho, pero la necesidad se ayuda con la insistencia y al final todo encuentra sentido, entonces uno se reduce y esa primera palabra lo dirige todo y los elementos juegan por si solos. Avanzo sin orden a la vez, ya que a veces me detengo en un detalle o prefiero solucionar el ritmo del libro o hasta me entretengo escribiendo historias, ahí pongo en práctica algo que aprendí de Pablo Amargo, hago preguntas, una y otra vez, sin dejar de dibujar y sin dejar de montar imágenes, las hago en voz alta, las escribo o a veces termino mirando la ventana como bobo, hasta que milagrosamente, la relación de alguna figura o algún objeto lo dice todo: lo encontrado y lo reunido dictan su discurso. Ahí empiezo un ejercicio sencillo, me siento y redacto una descripción muy literal de mis láminas, y en esas explicaciones todo se devela y explica su sentido, los elementos, los colores, las formas, sus avances o sus salidas, allí nace el concepto y el trabajo se vuelve filigrana: enfatizo, limpio, reduzco u ordeno. Es como después de hacer ruidos extraños, sin sentido o aparentemente sin sentido, uno permitiera que ellos mismo ordenaran su melodía, lo demás es limpiar. Eso, todo caos es un orden por descifrar, por eso es que uno se descifra a la vez que se delínea en el trabajo, porque nuestras propias huellas son palabras que uno lee para decir algo. Ahí nos abandonamos y entonces la ilustración pertenece por entero al libro.
5.-¿Qué ventajas consideras que te aporta la técnica digital a la hora de expresarte?
No creo que sea ventaja, de hecho no veo la técnica digital como algo comparativo, es un recurso más y suma con el resto. También como cualquier otra técnica encuentro la posibilidad y juego, contrariamente con lo que se cree, en el trabajo digital, el hallazgo, el encuentro, el accidente es un posible maravilloso que se establece a cada reposicionar de los recursos, a cada prueba, además, creo que es una idea encantadora el trabajar sin ningún otro material más que las luz, pero todavía más, el hecho de que todo tu trabajo sea solo un impulso electrónico, un uno o un cero, bits, sin peso aparente, y que, según nuestro entender, hasta hace poco, era inasible, se me hace poético. Una vez lo pensé, es como elaborar recuerdos, claro, todo esto es un rollo que igual no interesa pero a mi me ayuda a apreciar mis herramientas. Aunque acoto un dato, antes el artista soñaba con atrapar la luz, y recientemente entre dos placas de oro, la luz puede atraparse, ya no solo su huella en la fotografía, sino que fisicamente un halo de luz puede detenerse y mirarse. Así que la posibilidad de imaginar no está en ninguna técnica, sino en el hombre.
6.-¿Qué aspectos valoras en un texto? ¿Qué matices de los mismos son primordiales para ti? ¿Qué clase de historias prefieres ilustrar? ¿Te sientes especialmente atraído por textos poéticos, o más bien narrativos?
Valoro sus hendiduras, las imágenes inciertas, las que el escritor genera para el lector pero también las que el propio texto permite, valoro ese universo posible que nos permite divagar con nuestros propios pies; y no es exclusivo de un tipo de texto o de otro, poesía o narrativa, incluso en la descripción más literal, cuando está escrita en profundidad, es un espacio inmenso para trabajar, ahí es donde uno puede habitar con magnitud, ir o venir y regresar, regresar siempre. Yo creo que ese es el punto más importante, las escrituras en profundidad, para que se inunden con nuestros silencios, como ilustrador o como lector. El texto al que siempre se pueda regresar.

7.-¿Qué partes de las historias quieres representar en tus imágenes? ¿Qué momentos eliges para representar y cuáles son los que no te interesan tanto para crear tu narración pictórica?
Me gusta el momento justo entre el después de que se narra algo y el instante antes de que continue, es decir, el intersticio en la palabra. Cuando el texto describe una acción o una situación y termina la oración enseguida viene el punto, yo ilustro ese espacio que existe entre la última palabra y el punto. Por ejemplo, si un texto habla de alguien que ha bajado y ha encontrado algo, yo ilustro al personaje después de que encontró ese algo y hago de su gesto el lugar donde se tensa el universo, construyendo a partir de ahí una urdimbre que se ramifica en sublecturas  y permitiendo la construcción de metáforas. Es un juego de mucho espacio, es como retratar al personaje en el momento en que piensa algo. Yo diría que mi trabajo se ha vuelto una serie de retratos de miradas perdidas. Otra forma de expandir la realidad. A mi no me gusta ilustrar la situación descrita y huyo siempre de la literalidad, claro, me apoyo del contexto, pero el después se me hace magnífico para despertar la imaginación; yo creo que justamente es ahí donde obtengo el tono de mi trabajo, porque al final parece tener un aire melancólico esa fotografía del instante que siempre se pierde.
 8.-Entre tu primer libro, 2004, y el último editado en 2010, ¿cómo valoras la evolución de tu trabajo? ¿qué has ido ganando con el paso del tiempo y de la experiencia?
Lentitud y claridad. He aprendido a ser un ilustrador entendiendo la pertenencia del libro. En mi dibujo he visto que se afina pero que se aleja de lo gráfico, por más vehemencia que tenga en permanecer en ello o por más que me esfuerce en alejarme de lo figurativo, veo que entra en una zona difusa. Tal vez lo más claro que pueda recoger es que mi acabado se ha ido robusteciendo pero sinceramente no es algo que me interese mucho, yo desaría aligerar esta carga y dibujar más suelto. La fortuna es que siempre uno puede volver a comenzar y tal vez eso si sea algo que valore mucho.
9.-¿Cómo valoras que tus obras sean seleccionadas en Bolonia (2007,2008 y 2011), y premiadas con la Mención Especial en 2009 en la categoría de New Horizons de los Bolonia Ragazzi Award, y  el Premio de Ilustración de los CJ Picture Book Awards de 2010? ¿Qué significa para ti estos reconocimientos?
Es un gusto saber que tu trabajo participe en eventos tan importantes y una satisfacción que los seleccionen, pero toca tanto el ego que enseguida busco esparcirlo y prefiero no mencionarlo para no caer en la ignorancia, así que siempre me vuelco al trabajo y entiendo entonces que ese logro se vuelve la posibilidad de decir "aquí", para ver enseguida un allá y ubicar su recorrido, algo tan pasajero que solo es un punto como otros en el camino.
10.-¿Con qué quieres que los lectores de tus libros se queden después de ver una de tus obras? ¿Qué pretendes transmitir a tus lectores?
Me gustaría que se mezclaran con sus recuerdos, como sea que uno entienda al recuerdo. Transmitir en realidad no es mi intención, aunque suene absurdo, más bien imagino que mi trabajo pertenezca tanto al libro que desearía que cuando alguna persona mencionara la historia o la recordara, tuviera en la cabeza alguna huella de esas imágenes, así, borrosas, extraña, como en lontananza. Eso deseo.
11.- ¿Qué pintores han dejado huella en ti? ¿Y qué ilustradores te seducen cada vez que ves sus trabajos?
Los clásicos, tengo un enamoramiento interminable con ellos, Miguel Angel, Durero, Caravaggio, Rembrandt. Y sucede algo curioso, me fascinan los ismos, la pintura mexicana, todo, Saturnino Herrán, Ricardo Martínez, Francisco Corzas, también las vanguardias, aquellos que replantean el arte, pero cuando vuelvo a ver una obra de Caravaggio, de Miguel Ángel, creo que no existe una contemplación más profunda que la de ellos. Ahí entiendo la plenitud de la palabra genio.
Por su parte siempre me seduce el trabajo de Wolf Erlbruch, de Pablo Auladell, Narges Mohammadi, de Pablo Amargo, artistas de gran dimensión.
12.-¿Qué es para ti la belleza? ¿La buscas en cada uno de tus libros?
La belleza para mi es una construcción bien sostenida en el universo, sencilla, que muestra su pertenencia, que no se aísla, un espejo que refleja y además muestra; y no sé si siga buscándola, me produce una angustia tremenda, bastante frustación y mucha inseguridad así que prefiero conformarme con una buena composición y un buen manejo de color.
13.-¿De qué te nutres para hacer tu trabajo? ¿En qué terrenos se hunden tus raíces para alimentar tu imaginación y creatividad?
En la vida misma, en la gente, en lo que leo e imagino. Me gusta mucho la música, amo el cine, y solo una coreógrafa, Pina Bausch. Me fascina ver fotografías abandonadas, como las de Diane Arbus, o como las que existen en lo mercados “de lo viejo” de Buenos Aires. Me nutro de palabras de escritores que me gustan, de su poesía; tantos y muchos. Para mi tener un libro de poesía es como beber de un vaso de agua fresco, así que siempre tengo uno cerca que me da de beber. Lo aforístico, lo metafórico de la literatura, son figuras infinitas que siempre me llenan y que despiertan mi imaginación.
14.-¿Qué significa para ti crear un álbum ilustrado?
Es la posibilidad de escribir con otro tiempo un paralelo a las palabras, escribir sobre la misma hoja, dibujar o rayar las palabras, volcarlas, descubrirlas para mi o para otros, formar parte de una charla, eso, formar parte de algo. También es una forma de apropiarse del mundo, no porque te adueñes de nada, sino porque algo que es parte del mundo viene a ti, te dice algo y se regresa con algo que puedas decir, es la posibilidad de que tu mirada se haga voz. Es un compromiso muy profundo el hacer un álbum ilustrado, no porque tengas que hacer una obra de arte sino más bien algo muy honesto y muy profundo, que no sea banal, ni superficial, sino debe tener ese tiempo de vida que te llevo hacerlo, porque al final, álbum ilustrado o libro ilustrado, tu trabajo dentro del libro, es un libro que se convertirá en un interlocutor, y ese interlocutor debe ser humano para que entonces la posibilidad no deje de llevar lo que nos tiene reunidos en él.
15.-¿En qué proyectos trabajas en la actualidad? ¿Qué historia te gustaría ilustrar especialmente?
Ahora mismo estoy en un proyecto de ensueño, un mural de 50 metros que me llevará parte de este año. También tengo libros pendientes, Lorca es uno de mis sueños que espero sacar, Víctor Hugo, Becquer, y otros que he planeado con algunos amigos escritores. Y sobre algo que me gustaría mucho ilustrar me viene a la cabeza Edipo, el Popol Vuh o soñar con algo de Herta Müller.

16.-¿Te gustaría escribir tus propias historias, o tener tiempo para realizar algún proyecto personal?
Sí, me gustaría muchísimo, sentarme en mi mesa y  con el día escribir, imaginar libros, escribir historias a la vez que dibujarlas. Tengo algunos proyectos que he escrito y otros que tengo en marcha, pero hasta ahora solo uno ha tenido su tiempo para publicarse, La Bruja y el espantapájaros, yo espero que este mismo año se edite. Y el deseo que algún día realizaré, será el de hacer una animación que empezó con un pequeño escrito, “El árbol que flota”. En fin, creo que eso también es un motor, la ilusión de que algún día lo haré. Ya veremos.   

domingo, 30 de octubre de 2011

Bambú



Oscuro río
laberinto de rama.
Brotando mudo.
enredándote ciego.

Eres nervadura de cielo.

Me vuelvo larva.

(A Chillida y a Buenos Aires)

viernes, 23 de septiembre de 2011

El libro recordado.


(Versión corregida de un escrito que tenía bastantes incoherencias y que leí en Valladolid con algunos amigos. Espero esta versión sea más entendible)



Cuando pensamos que leemos un libro en realidad estamos leyendo tres, el que el escritor ha escrito, el que nosotros leemos, y uno muy entrañable que nos confirma, que nos hace ciertos, el libro nómada: el libro que recordamos.
Abstracto de tiempos y lugar es un libro que siempre espera, está ahí como en un sin lugar esperando que lo evoquemos con el recuerdo, un libro que lo vamos transformando al andar, que nos va transformando, y termina por convertirse en ese algo único de nuestra vida de lectores. Es el libro que nos marca un antes y un después. Cuántos escritores hablan de ese libro, cuántos de nosotros lo tenemos presente ahora mismo y lo llevamos bajo el brazo imaginariamente.

I.

Recuerdo que en casa de mis padres existía una enorme biblioteca con una cantidad de libros que me maravillaba, hablo del recuerdo de cuando tenía unos cuatro años… bueno, no, más bien tenía seis, ¿o eran ocho?. La verdad es que tenía doce ¿o dieciocho?, ¿o no lo recuerdo bien?; para ser honestos no era una enorme biblioteca, más bien era un pequeño librero en donde una enciclopedia Salvat se desempolvaba cada año cuando en casa se hacía limpieza para las fiestas navideñas, también tengo que decir que nunca fui un niño portento, ni mucho menos erudito que empezó a leer desde muy temprana edad. Sin embargo, lo que recuerdo es que esos libros me hacían pasar los domingos muy placenteramente, aunque tampoco era porque los leyera, más bien eran sus fotografías que me atraían por horas y me hacían imaginar como un gran viajero.
Un vez, hurgando en la habitación de mi hermana, encontré un libro que me acompañaría toda la vida. Hablaba de moscas, de hombres muy feos, de poetas y de pestes, todo muy extraño para mi, incluso había un asno que festejaba una fiesta. En esa historia había un hombre con una toga blanca que bajaba de una montaña entre mendigos desdentados y hombres pálidos (lo de la toga lo imaginaba yo porque nunca se mencionó en el libro, también había un súper hombre al que jamás pude imaginarle capa alguna). Lo recuerdo perfectamente, también recuerdo aquellas tardes. Había una atracción que me mantenía a él muy particular, porque  por más que lo intentara o por más que abría los ojos (pensando que me concentraría como un hipnotista y así poder descifrarlo), jamás logré entender nada. De todas maneras conservé ese libro y por las tardes lo hojeaba pensando que, aunque no comprendiera nada, me transformaría en un sabio de doce años. Ahora que lo recuerdo hubiera deseado que haber leído a Nietzsche a esa edad pudiera contarlo como el suceso asombroso de un niño genio, que ávido de leer todo cuanto se le pusiera enfrente, encontró desde muy corta edad su destino y terminó convirtiéndose en un gran filósofo. Sin embargo no es así; aunque recuerdo esos momentos tan luminosos, leyendo el libro aquí y allá, por las tardes y algunas veces por las noches, que creo que ese recuerdo me sigue iluminando.
¿Qué fue lo que ese libro tuvo de extraordinario para permanecer en mi vida?. Me lo pregunto y el haber germinado el llano de mi ignorancia con la imaginación fue maravilloso, porque posibilitó mi propia ficción y porque con cada libro que tiempo después abría esperaba la misma sensación. Creo que a partir de entonces he construido mi propia habitación en cada libro que leo. Demasiado irónico porque en aquel entonces cuando leía ese libro compartía el dormitorio con mi hermano y, siendo yo el menor, es obvio puntualizar que en realidad no es que compartiera el dormitorio, sino que, en palabras de mi hermano, era yo una “visita tolerada”, así que es cierto aquello que dice que el libro es nuestra primera habitación verdadera.
Es así, el libro recordado nos construye esa habitación que nos guarda, desde donde nos narramos, que nos hace imaginar, que aunque no es la habitación poética de Virginia Woolf, es la más confortable del mundo y es en donde el tiempo se convierte en sueño.

II.
LA INHERENCIA AL SUEÑO

El devenir de un libro siempre es posterior a la lectura, sucede después de leerlo cuando interpretamos lo leído. En el momento en que cerramos su última hoja nuestra memoria lo aprisiona lentamente. En ese instante el libro y nosotros nos hacemos recuerdo, y una vez siendo la misma materia que la imaginación, compartimos su prodigiosa sustancia transformando el mundo, nuestro mundo. Somos el árbol de la reminiscencia y de la remembranza que bebe de un río pasado entre sueños, recuerdos y deseos solo para imaginar.
Sucede con casi todos los libros, aunque no todos tienen esa fuerza para arraigarse en nuestra alma, algunos se van disolviendo y otros se olvidan o sencillamente aparecen en momentos imprecisos como cuando el amor no se entrega y lo dejamos marchar. Pero también esta el libro exacto, el que coincidió en el momento correcto para develarnos y permanecer inmarcesible en nuestras manos, aquel que despertó ese mundo en el que nos hemos inventado. Un libro que guarda el tiempo como si fuera posible guardar los instantes de vida, porque su evocación es el despertar de los días pasados en que pasábamos sus hojas al leerlas una tras otra, recuperando los días, la edad, el nombre, los gustos y deseos y todo aquello que desconocíamos o seguimos desconociendo, confirmándonos  lo que somos: reminiscencia del recuerdo, la semilla que queda germinando para siempre. Ese libro nos elabora y nos inventa en la memoria; es una piedra arrojada al estanque de nuestro recuerdo que ondea infinitamente: el libro recordado.
Sí, el recuerdo nos inventa y nos sujeta, nos mantiene en el horizonte en el que transitamos para no perdernos, pero además provoca la fantasía al reproducir las cosas pasadas o lejanas, reconstruyéndolas exactamente en forma sensible o idealizando aquellas insignificantes para transfigurarlas en magníficas, crea nuestra realidad íntima y refleja nuestra personalidad en ese acto supremo que es la lectura, nos confirma la existencia que nos liga al relato que somos: nosotros como un gran discurso en la memoria. Un suceso que proclama al recuerdo como vértebra del ser. Porque las realidades se miran pero además se rememoran. Acto fundamental para imaginar, recuperando nuestra posibilidad, porque el imaginar no es exclusivo de edad alguna, más bien es signo inherente de nuestra naturaleza como primera actividad del pensamiento. Es el juego que nos transforma en lo que deseamos ser. Imaginar nos hace suplantar lo que desconocemos, que es casi todo, lo hacen los científicos y los hacen los poetas, pero también lo hacemos nosotros cuando leemos, porque somos seres que necesitamos simbolizar para asirnos, ya sea conociendo o imaginando; qué bueno que se asocie con la infancia pero es una contrariedad que se limite solo a ciertos tiempos de vida, no debe ser así, es un infortunio si la perdemos siendo adultos. Ya entiendo ahora que tenga importancia en la sociedad la cercanía con los libros ilustrados y que en lugares como las ferias de libros se diga aquí hay un espacio para ello, porque eso volverá a salvarnos. También entiendo el hecho de que los adultos les fascinen, sé de muchos que coleccionan libros ilustrados con otro pretexto, pero muy en el fondo creo que todos buscamos en ellos ese derecho infantil que es imaginar y que parece hemos extraviado. Entonces sí, el libro que recordamos, además de todo, es nuestra propia habitación en donde recuperamos esa mezcla fantástica que es el recuerdo y la imaginación para erigir nuestra esencia, es declarar que la fantasía sigue siendo nuestro ánimo, el territorio real en el que debemos vivir.
La importancia del recuerdo, de la imaginación y esa mezcla en la que nos vertimos como relato para evocar y decir. El recuerdo no solo rememora sino que crea para decir; dice García Márquez: vivir para contarla, pero agreguemos, contarla para seguir viviendo. Recuerdo algo que una vez leí de Nélida Piñón, decía que ella cuando escribía lo hacía de modo impreciso, “mezclando la cosecha de la memoria con la creación”. Eso es la precisión poética. Y pienso: el libro recordado es entonces una reencarnación de nosotros mismos, nuestra precisión etimológica de la palabra, porque recordar viene de la palabra cordis que significa corazón y el libro que nos marcó para siempre nos hace pasar de nuevo por nuestro corazón.
El ilustrador entonces es un lector privilegiado, porque además puede plasmar ese juego en cada ilustración, intercalando o acompañando a cada texto la imprecisa mezcla de crear entre el recuerdo y la imaginación.

III.
ILUSTRAR DESDE UNA HABITACIÓN.

Voy a jugar con una metáfora que ya he mencionado, la habitación de nuestra intimidad, ese hermoso espacio de nuestra soledad.
El ilustrador siempre trabaja en una pequeña habitación, ya sea en su estudio, ya sea en el comedor o desde el vagón de un tren por la noche o desde un parque concurrido, trabajamos desde donde sea, pero siempre en nuestra habitación, ahí la hoja en blanco son unas manos que nos tapan los ojos y nos hace imaginar cosas, cuando imaginamos nos convertimos en lectores afortunados de haber hallado el mejor de todos los libros, y como todos nosotros, mezclamos los recuerdos y las fantasías en el juego de la ilusión, en la imprecisa mezcla que a todos fascina, como cuando siendo niños uno jugaba con reglas inventadas, que permitían sujetar por un momento el mundo y divertirse imaginando que esa canica en la bolsa era mágica y que soplándole se despertaba su poder, así el ilustrador sopla al papel para esparcir los sobrantes del lápiz, pero también para evocar la magia posible que es enhebrar los recuerdos y la imaginación en cada dibujo. Sólo así el recuerdo de esa melancólica manta tendida al sol, cuando veíamos de niños en el patio de nuestras casas, en verdad pueda transformarse en nubes interminables. Yo dibujo pero antes recuerdo e imagino.
Pensar que recordar es ya un hecho narrativo por excelencia, pero además es un acto creador inmediato porque crear no es más que unas veces hacer y otras encontrar y para recordar algo se necesita la selección de ciertas imágenes y de ciertos momentos de ese universo del pasado para tener esa fotografía que es el recuerdo; y crear no es más que unas veces hacer y otras encontrar. Asel ilustrador no deja de deasado y crear unas veces es hcaer y otras encontrar.o hacen los cientaparecer en nuestras manos, l lií el ilustrador no deja de ser lector que recuerda, que pierde y encuentra en el dibujo y escribe ideas con los mismos elementos inherentes al sueño, la condensación y el desplazamiento. Un lector privilegiado que anhela como todo libro que se lea, pero que se lea desde un alma hasta otra en esa gran orilla que llevamos en el pecho y que navegamos como balsa. Somos ilustradores pero ante todo somos lectores que recordamos siempre y que deslizamos sueños e ideas desde una pequeña habitación.
Así, ustedes, nosotros, lectores ambos, vivimos en este preciso momento por toda nuestra historia particular, pero miramos tan particularmente porque un libro recordado nos orillo aquí y todavía nos llevará a otros lugares inimaginables, evocando vivimos entre esas paredes de la gran habitación que es nuestro ser. Qué noble es estar cerca de los libros, en donde jugamos, en donde imaginamos la gran parte faltante, en donde encontramos y  pensamos. Termino parafraseando a Quevedo: sí, somos recuerdo, pero un recuerdo que sueña.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Nota 6. Crear tramas no hilos.


Uri Shulevitz ancla la definición del libro álbum en dos códigos fundamentales, la imagen y el texto, de su relación de interdependencia el libro álbum se instaura separadamente de los libros ilustrados, distinguiendo una diferencia sustancial entre  el formato y el concepto de libro álbum. Las seguidas reflexiones de investigadores agregaron en la relación de estos dos signos su forma en que se estructuran en una  única narrativa, aquí Teresa Colomer extiende el análisis y señala una ruptura en la unilateralidad  de la narrativa para disponer de múltiples y complejas líneas que crean un espacio intertextual elaborado, permitiendo esa metaficción tan parecida a la simultaneidad de nuestros días. Es con Edmund Evans con quien el libro álbum se entiende como una unidad simultánea. Y aunque nosotros en la intención de analizarlos deconstruyamos sus partes en diferentes códigos, hay que entender la indispensable unidad conceptual que se señala. La cubierta, las guardas, la portadilla y el colofón son elementos gráficos que refuerzan esta unidad y los  diferentes elementos actanciales, formato, palabras, paratextos, imágenes, características de producción, conceptos editoriales  confluyen en un solo caudal: el libro álbum. Entonces esta unidad simultánea de lectura convierte todos los códigos en gráficos legibles, en mensajes de una escritura que discurren en una narrativa polifónica.
Ahora, el hecho de que el libro álbum admite diferentes lecturas, no significa que la ambigüedad sea la generadora de estas interpretaciones, más bien es el sostén conceptual y el discurso escrito los que generen estas posibilidades, por ello es importante entender que la exposición y la sucesión de los códigos deben ocurrir como líneas narrativas llenas de significados y sujetados siempre por el concepto para que entendamos profundamente el discurso de libro álbum. Recordemos que la hoja en blanco es un espacio altamente sensible y significativo y el hecho de experimentar lecturas en un solo actor gráfico no significa que se tenga una ilustración, para ello es necesario distinguir la urdimbre de todos los elementos actanciales en todo momento. Esta comunicación multidimensional y cíclica, que es un diálogo entre el lector y el libro, solo existirá si nosotros hemos trabajado a profundidad sobre estas estructuras. No hay más.
Es construir posibilidades sobre un manejo intrínseco del tiempo, sobre la urdimbre de las tramas, sobre esos pliegues que tejen las realidades sobre un mismo lienzo, así el libro transcurrirá, sucederá, acontecerá y permitirá siempre la vuelta del lector.


La lectura y lo interminable.
Fragmento del texto para el taller en  FILIJ 2010

domingo, 15 de mayo de 2011

La inherencia al sueño.

Hablando de la ilustración y su cercanía al recuerdo, saber que antes que dibujar uno imagina, entiende esta inherencia al sueño que tiene nuestra profesión. Sí, ilustrar siempre desde una habitación en donde desaparezca esa línea entre sueño y recuerdo para convertirla en dibujo.
Otra vez ese trazo que somos.

Imagino ahora un taller que se titule: "La inherencia al sueño"

domingo, 1 de mayo de 2011

Anotaciones



El ilustrador debe interrogarse en profundidad respecto a su relación con la lengua para exponer su honestidad plástica.

Entendía el figurativismo y la abstracción como cosa distinta, pero no todo dibujo es una abstracción?

La imprecisión de la ilustración debe caminar en la posibilidad. Esto permitirá que en la polisemia de lo legible nuestro discurso oscile, palpite.

Lo peor de un ser es ser unicamente analítico.

El culto a la cultura del libro puede hacernos bastante estúpidos.
 
Al final la indiferencia es una complicidad.



miércoles, 23 de marzo de 2011

Un niño y un poeta


“El país que no tenga leyendas está condenado a morir de frío”
George Dumézil
I
Hemos escuchado con admiración las palabras que nos cuentan los logros del hombre, sus maravillas, de este tiempo contemporáneo que es grandioso, de los inimaginables recurso tecnológicos que podemos disponer, dicen que es el tiempo de las comunicaciones. Y es así, podemos presenciar cualquier evento en cualquier parte del mundo en el instante mismo.

Esta noche cuando pienso en ello miro la ciudad  y veo como todo se mueve, avenidas aquí, puentes allá, edificios de un lado y centros comerciales de otro. Veo las calles repletas de autos y me es imposible contarlos, ni porque tuviera mil manos podría hacerlo, todos pasan con una velocidad que me hace imaginar un río imposible de Escher que nunca termina, sin embargo ahí, dentro de esos peces furiosos no veo nada. Sí, parece que nada va conduciéndolos, en las calles, en los edificios, la gente va andando tan deprisa que todo parece ir a un sin lugar, incluso parece que no hay nadie, lo curioso es que casi todo mundo va hablando por celular. Entonces me pregunto: ¿ Qué irá contando ese señor que habla por celular sin soltar el volante?, ¿o ese otro sin dejar de caminar, sin dejar de comer o incluso colgado de ese microbus?, ¿le contará urgentemente a su hija o a su hijo un cuento para que no tenga miedo a la hora de dormir?, o ¿le contará que a él cuando era chico y también tenía miedo, su padre le contaba historias?. Mi padre cuando yo era niño me contaba que quien se quedaba parado se hacía piedra, así que yo, cuando tenía ocho años por ese miedo enorme no dejaba de caminar en el lugar en donde estuviera, si no tenía nada que hacer, caminaba dando vueltas sin parar una y otra vez en esa escalera interminable como la que ahora distingo, caminaba tanto y en todo momento, que creo que hasta se me olvidaba por qué caminaba.
Los automovolistas aquí, la gente, la ciudad entera pareciéramos que también hayamos olvidado todo y que un gran miedo a no sé qué nos correteara en todo momento. Sí, somos un gran olvido que muerde su cola huyendo para no convertirse en piedra.  El miedo nos sigue.

II
Fuera de la ciudad, justo ahora que el mundo se deshace histéricamente en no perder un minuto, un hombre lento y antiguo, con los pies hechos terrones, sobre una vereda cerca del Popocatépetl camina hasta llegar a una casa hecha de adobe y sentado junto al anafre,  mientras cenan , le cuenta a ese niño que está cerca de él, cómo una mujer duerme en una montaña mientras su amado sempiterno la cuida cobijado por las nubes del cielo; ellos cenan con tranquilidad dejando que el día se marche y con él ese miedo mientras imaginan cosas. Creo entonces que algo hemos perdido, y por un momento reconozco el miedo y el abandono.
Ya ahora, el hombre solo, va caminado de nuevo por esa vereda tan enorme como los ojos de un niño o los suyos propios. Estoy seguro que no tiene miedo, ni está abandonado y estoy seguro de que no es un hombre solo, va con el recuerdo de cuando su padre le contaba la misma historia. Entonces puedo ver a dos personas, a él siendo niño y a su padre junto a él. La esperanza camina así, contando historias para que se nos vaya el miedo y para que no nos sintamos tan solos. La identidad del anhelo. Al menos un sentido imaginado hacia dónde ir.

III
La oralidad y la poesía es ese sentido perdido, es la fé, que a pesar del tiempo, del abandono, de las desgracias, de aquello que nos cuentan de las muertes, a pesar de la gran comunicación que tengamos, de las ciudades o de la inmediatez, el mundo pueda mantener la vida, la vida en si, no la que pensamos. Nos ha legado la semilla de la continuidad en la palabra que se pregunta en la boca de un niño y que se aclara en la del poeta, instantes que ya no se pierden, el espíritu de la literatura oral y de la poesía misma: el desconocimiento y el recuerdo, el juego y la experiencia, el miedo y la tranquilidad: la compañía. Uno imagina y el otro sueña, sin poder distinguir qué hace cada uno, tal como las historias, como las leyendas, las anécdotas, tal como la poesía. Son el camino que hemos abandonado.
Aquí en la ciudad la gente sigue caminando sin detenerse, creo que por miedo y por abandono. ¿Por qué?, ¿en dónde perdimos al poeta y en dónde dejamos al niño?, cómo fue que se rompió ese lazo?, ¿por qué la oralidad ya no cuenta?, ¿por qué caminamos huyendo?, ¿por qué la poesía sigue siendo mendicante?, pero sobretodo, ¿por qué cuando hablamos no decimos nada?
La ciudad sigue implacable su andar, sin detenerse, es una superautopista que ni Escher mismo hubiera imaginado, el ruido, los puentes, los edificios que parecen lápidas gigantes y que se iluminan por la noche; no hay que detenerse, hay que llegar, no perder tiempo, que no se crucen los peatones, nadie, mientras los autos, el internet, los celulares tiene que comunicar de inmediato. Pero, comunicar, qué, ¿llegar a dónde?. Hemos perdido la lentitud y con ella un vínculo, nos hemos desvanecido, nos hemos desdibujado en esa velocidad. ¿Qué podemos contar?
IV

En física contemporánea las partículas tienen siempre un área de incertidumbre, esa área es donde el observador no tiene certeza, ni la tendrá nunca, de ubicar lo observado, paradigma mismo de nosotros; sin embargo, la materia junto a esa área de incertidumbre se considera una unidad, y la partícula en su posibilidad habita esta doble composición,  la de ser materia y la de ser onda, como el andar y el recuerdo. Dos tiempos para ser, un tiempo lento y otro veloz (la importancia de la mirada). Si perdiéramos el tiempo lento perderíamos una parte sustancial de nosotros y nos dispersaríamos en la incertidumbre, no podríamos vernos, perderíamos la mirada y nos perderíamos a nosotros mismos, por eso este apego a las cosas materiales como lo hemos hecho ahora. Este único tiempo en el que vivimos nos ha disuelto por completo, el miedo ahora nos hace movernos de tal forma que lo que llamamos una sociedad en expansión es solamente una absurdidad a la nada. Es la disolución de todo en la velocidad. Kundera reflexionaba esta crisis imaginando a un hombre que se trasladaba en una carreta y a otro que lo hacía en una motocicleta veloz, de esas que hay hoy en día, uno se trasladaba lentamente, sorteando el camino dependiendo de lo que iba encontrando y decidiendo hacia dónde llevar la carreta, en veces la tranquilidad del andar se volvía un paseo en el que el paisaje se convertía en vivencia, por el contrario, el que anda en una motocicleta requiere hacerlo por una autopista diseñada por ingenieros que buscaron el trayecto más corto para llegar a cierto lugar, con lo cual el conductor tiene que concentrase solamente en la velocidad y las indicaciones para conducir en el menor tiempo posible y fijar la mirada en la autopista, sin pensar siquiera en el cuerpo y mucho menos en el paisaje , disolviéndose en solo tiempo acelerado para llegar pronto: uno un andar lento y otro la velocidad máxima.
Así ahora todos intentamos llegar a cualquier lugar intentando utilizar el menor tiempo posible, significando ese tiempo como un tiempo que no existe, paradójicamente, nosotros desaparecemos con ello. Y sin darnos cuenta nos hemos convertido en un gran olvido.
Entonces el tiempo lento de la oralidad es un contrapeso a esa velocidad, porque para poder decir, para poder contar, hay que ralentizar la vida y desplegar nuestro interno, no es en la velocidad en donde puede ser, hay que detener el mundo en la mirada, para equilibrar nuestra área de incertidumbre, colocarnos y entonces apaciguar esta angustia, este miedo. Habría que detener el mundo entero.
La oralidad, sí es cierto,  es luchar contra el olvido de nosotros mismos, aunque nos espere el miedo y el abandono, observarse así, como la partícula al cientifico, es reconocerse completamente, permitiendo que la poesía nos explique en ese acto humano para aliviarnos todo lo que desconocemos. Porque la voz es nuestra única herramienta para validarnos y porque hay que percibirnos antes que desvanecernos, porque hay que andar sin olvidar el sentido, aunque ese sentido sea ficción  o nos devuelva al mismo lugar.
Es importantesimo recuperar ese tiempo, el ritmo en el que podamos mirar lo que nos rodea y recuperar aquello que cerca de las montañas aun sucede: un andar lento que nos deje ver el paisaje para que después esperemos al poeta. Reconocerse lento es dejar que anden las preguntas, la fragilidades, es permitir que los ojos de un niño se cubran como la noche en cada historia para que el hombre acompañe al niño en busca de palabras que le digan algo de él y de su mundo, es la oralidad la que permite la poesía, como un acto benévolo para encontrarse, para construirse, es el nacimiento de la imaginación, jugando a apropiarse del mundo, un acto que consolida la continuidad que perdimos.

Ya decía, benditos libros.

V
Escribo aquí una escena del poeta del cine Theo Angelopoulos:
En un filme, un poeta y un niño, tal vez espejos, llenos de miedos y completamente abandonados, se están marchando, el poeta porque sabe que pronto va a morir y el niño porque es un inmigrante que esta buscando un lugar a dónde pertenecer. Esa noche se están despidiendo y el niño le confiesa al poeta su miedo, entonces el poeta intentando aliviar ese miedo lo invita a tomar un paseo, así que toman el primer autobús que pasa frente a ellos sin saber su dirección. En el viaje, sentados uno junto a otro tomados de las manos observan como va subiendo diferentes personajes hasta que el niño curioso, y olvidando su miedo, le suelta la mano y se acerca a la ventana con tranquilidad para mirar a través de ella; suben una pareja de enamorados, un hombre con una gabardina oscura, unos activistas políticos que sujetan una manta que van enrollando y hasta el final un grupo de músicos de alguna filarmónica, sorpresivamente los músicos empiezan a tocar una melodía muy suavemente y algunos empiezan a bajar, cuando termina la música casi todos han bajado del autobús, entonces ellos, el niño y el poeta, en silencio deciden bajar y por alguna razón  es ahora el poeta quien le busca al niño su mano, una vez en la calle, solos y en la noche, en el mismo lugar de donde empezaron, el poeta le dice:  tengo miedo. El niño sonriendo como cuando alguien comparte un mismo secreto, empieza a contarle una pequeña historia que recuerda de cuando vivía en su pueblo. Al final, los dos, mirándose a los ojos con tranquilidad frente al rumor del mar que no se ve pero que se escucha claramente, quedan en silencio. Así, ambas almas separadas, frente al mar, se separan con el dulce y amargo sabor de la vida.
Sí, un niño y un poeta son espejos, son seres abandonados, con miedo, pero con otro tiempo, son seres que buscan palabras que les alivie el mundo, ahí la belleza, ahí el calor de la oralidad, de la palabra, de los cuentos, de todo ese mundo que se está perdiendo.
Epílogo.

Quién fuera niño para que algún día ese viejo poeta hiciera desaparecer el miedo aunque la ciudad siguiera rugiendo.

domingo, 13 de marzo de 2011

La penumbra del color



La penumbra anuncia, enmarca y, paradójicamente, alumbra.
Es luz y oscuridad del color. Dice el poeta: esa sombra que soy en el azul de la mañana. Emotividad de la mirada que se vuelve frase. Es así, el color es una sombra de nuestros ojos.
Sucede también en la ilustración, la penumbra, que envuelve el aire (la idea tan poética de la doble naturaleza de la partícula que se modifica solo a través de alguien que la mira), le da un peso dramático y la convierte en atmósfera, pero también indica el sigilo de quien mira, sonoridad del tacere. Por eso la paleta de color con una sola base de donde surge el color acento, porque debemos siempre la penumbra. Este criterio posibilita la significancia del color, de escribir con él cualquier significado, justamente esa parte humana que solo la luz tiene. Esta idea le devuelve al color pigmento su valor luz, es decir, cuando a una serie de colores los velamos con un color particular, los colores se unifican y emerge la atmósfera del tono, como si en realidad fueran bañados por una luz azul. Físicamente esto sucede así en nuestro ser, en el mundo, es la cualidad de las veladuras en la pintura, de la luz que tiñe cualquier color, de esa sombra que no dejamos de ser.