domingo, 24 de enero de 2010

Conversación

Hoy tuve una platica con el elefante, y le preguntaba:
 – Lo dicho que conoce es una exhalación?
– si
– Y el silencio que imagina es una inhalación?
– si
Entonces le volví a preguntar:
– Y el pensamiento, qué es el pensamiento?
Sin dejar de mover su nariz contestó:
– El pensamiento es la respiración.

Si, el concepto es la respiración de nuestro trabajo.

miércoles, 20 de enero de 2010

Paisajes de Lanzarote

Parafraseando a Saramago:

"Quién lee, ¿para qué lee? ¿Para encontrar o para encontrarse? Cuando el lector asoma a la entrada del libro, ¿es para conocerlo o para conocerse en él? ¿Pretende que la lectura sea un viaje de descubridor por el mundo del libro, como tantas veces se ha dicho, o, incluso, sin querer confesarlo, sospecha que ella no será más que un simple pisar de nuevo sus propias y conocidas veredas? ¿No serán el libro y el lector como dos mapas de carreteras de regiones diferentes que, al sobreponerse, uno y otro convertidos en transparencia por la lectura, se limitan a coincidir algunas veces en trozos más o menos largos del camino, dejando inaccesibles y secretos espacios de comunicación por donde apenas circularán, sin compañía, el poeta en su poema y el lector en su lectura?". Sea pues la geografía de la ilustración, un hermoso paisaje en el que siempre andemos una y otra vez.

Cuadernos de Lanzarote
(1993-1995)
José Saramago

Silencios (la imagen)

Palabras de un mudo,
demiurgo,
sempiterno.
Siempre así.
Ilustrador de libros.

martes, 15 de diciembre de 2009

La metáfora.

Nube atada a una piedra.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Trabajar con la intuición.

Creo en la intuición como forma natural para acercarse al texto, siempre obtengo una idea a priori de él. Esta es el alma de todo trabajo, de ella me nutro al trabajar; las palabras, las imágenes, las ideas. Siempre surgen de la primera intuición. A ella me ato, a ella siempre regreso cuando me pierdo.
Un recorrido vital que termina en un conocimiento. Acercarse, alejarse, nombrar.
De ahí que creo que siempre me moveré en lo incierto, en las imágenes inciertas, porque, al igual que el lector (eso deseo), entenderé la idea solamente hasta después de haber concluido en una reflexión.
La intuición es el primer paso hacia eso que de alguna manera nos espera. Entender, entonces, es detenerse y observar ese andar.
Lindo paseo el conocimiento.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Ilustración

La ilustración es una escritura que se lee en silencio, que se dice en silencio, la escritura del silencio.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Otras lluvias




"La flor rechaza a toda palabra que empaña su color"
dijo el poeta.



Las que uno pueda imaginar siempre serán nimias.
Disculpas, pues, por la torpeza.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Vocablo visual


La voz dice,
el silencio imagina.

Un libro.

Vocablos en silencio.

Ilustrar en los espacios de las palabras con vocablos visuales es encontrar una escritura que conserva el rasgo más poético de la palabra, un lenguaje que se dice en silencio. La palabra que es siempre pensamiento.

Construir no sólo con signos, sino con vocablos visuales que enuncien y que moldeen toda estética en el trabajo.

Los vocablos visuales en una ilustración alumbran la imagen en su origen como lenguaje, la erigen en pensamiento. Permiten una sintaxis que se nombra. No sólo la estética formal o su andamiaje conceptual, sino, además, el lenguaje de vocablos que posibilita profundidad en la lectura. El paisaje que nos hace hablar "a solas".

Sí, la voz dibuja la forma ciega.

Hacer proposiciones visuales que, además de reconocerse y significar, se lean en una nueva posibilidad; construir así, en la naturaleza de la escritura, es renovar y consolidar el lenguaje. Entonces el objeto renacerá en el mundo y la ilustración vendrá de su lectura.
Así es como apropiamos el universo y lo transfiguramos en mundo, a través de nombrarlo, la magia que hace que los objetos se conviertan en pensamiento. Es esa escalera que une lo de aquí y lo de allá, el axis mundi. Lo que es el libro y lo que imagina el lector. Un péndulo ontológico
En ese acto, la palabra figurará la forma y la forma enunciará la ilustración, un juego fantástico: el origen antiguo de todo lenguaje, la abstracción y la simbolización, pero además, la enunciación. El juego de un cuenta cuentos. Será por eso que los ilustradores somos mentes antiguas.
Y es que la palabra es esa gravedad que sujeta la forma pero que a la vez, la eleva en el imaginativo. El equilibrio exacto moldeándolo todo.
La ilustración debe ser así, la escalera desde lo más profundo hasta lo más alto, los escalones de los silencios, la palabra que nombra pero que no se dice.
Leemos las ilustraciones a través de visualizarlas y las abstraemos al mundo en sus palabras. La imagen sucede.
De ahí la importancia de un buen uso de la palabra en los ilustradores, que no solo sustente el pensamiento, sino que además, le devuelvan (y la devuelvan) a la imagen ese poder evocativo originario. Al final habitamos siempre de cerca el primer acto del lenguaje, imaginar.

Las palabras son imágenes, las imágenes son palabras.

Sí, la ilustración ocurre.

Es esa línea que trazamos en silencio con la voz de la palabra la que figura nuestras ilustraciones. Es mostrar, no decir; el lector es el que dirá, como cuando leemos un poema y nos quedamos callados, esperando imaginar en silencio.

domingo, 1 de noviembre de 2009

sábado, 31 de octubre de 2009

Escalera

Cuando empecé a ilustrar, entender la presencia de las escaleras en las imágenes fue un motivo de trabajo. Siempre en todo, desde la sinfonía natural hasta la historia si fin. La idea de la escalera permanecía constante, siempre presente en mis ilustraciones.

Era la necesidad de entender hacia dónde iba y para qué estaba. Una figura ciega.

Entonces conocí el trabajo de Troshinsky, y ahí estaba, de pie, apoyada en la nada y llevando a la nada, mientras un viento soplaba sin decir nada. La ilustración.

La idea misteriosa de su permanencia había sido descifrada.

Días después, prometí no volver a dibujarla. Para qué, si ya todo estaba dicho. Una vez subida, arrrojarla.

Desde entonces solo la imagino.

domingo, 25 de octubre de 2009

Melancolía

Nos arropan vestidos de negro
mojados de nostalgia.
De nada nos salvan
nos cubren.

Posiblemente eso que llamamos alma.

lunes, 5 de octubre de 2009

Sobre océanos

Cada vez que miro a algún niño o alguna niña sola,
mirando al vacío, sin hablar, quieto y en silencio,
quedo tan mudo y prolongado como un abismo,
un abismo interior que se desborda.
Entonces imagino lo que calla.
Un océano de noche.




Recuerdo ese principio físico que dice que un vacío siempre será inundado por algún cuerpo, creo yo, incluso, sea ese cuerpo, otro vacío. Y precisamente hace tiempo, observando algunas ilustraciones que tenían la coincidencia de tener como figura principal a niños mirando en silencio (no porque me lo hubieran solicitado sino porque yo terminaba siempre en la misma imagen), me hicieron reflexionar sobre esa impresión que uno le sucede cuando observa a alguien que tiene la mirada “perdida”, allí el juego de dejarme inundar por la imaginación planteó la posibilidad.


La idea de una ilustración anclada en la propuesta figurativa de un dibujo realista, a veces es como una gran roca, de la cual es difícil encontrar oquedad alguna en dónde depositar el concepto.
El reto de hallar el espacio en dónde habite el concepto, y aún más, que el concepto del ilustrador, pueda inundar lo que ya está dicho, es nuestro acto supremo como paráfrasis con el que enfrentamos un texto. El discurso del ilustrador, por lo tanto, tiene que buscar la forma de inundar todo cuerpo estético. Esto sostiene cada ilustración. El ejercicio de imaginar lo que dice la mirada al vacío, lo que se dice en silencio: La paráfrasis.

Una técnica bien ejecutada en la imagen siempre sirve para soportar cualquier ilustración, pero además debe haberse desarrollado toda una significación para desplegar las lecturas. Es ese llano en donde uno hace semántica de los elementos visuales, los colores, las texturas, los objetos, las miradas (para mi, la escena de la ilustración). El signo estético realista de lo figurativo no supone, entonces, una limitación, como la roca a la ola tampoco lo hace, y justamente este proceso será el comienzo para delinear el trabajo empujando (moldeando) la estética figurativa.

Mi problema, siendo ilustrador que intenta dirigirse hacia soluciones más expresivas, es que encontraba en esa serie una apariencia de no caber nada más que la armonía de las figuras, creía que me allanaba en el mero logro de la técnica, que terminaba con escenas efectistas, además de que varias de ellas pendían cada vez más de los hilos del realismo, asunto muy conflictivo para mi. Sin embargo, estos eventos, los de los niños en silencio y los de imaginarme lo que dicen, me han enseñado cómo el silencio es una marea que emana del pensamiento y que puede inundarlo todo. Entonces los significados de cada elemento que construyen la ilustración habrán sido permeados por el concepto, un simbolismo en estratos. Y es que la imagen realista de una ilustración debe ser una roca empujada por el oleaje de un pensamiento, debe transminarse por sus elementos, rezumarla. El rumor del mar en la noche.
Es verdad que mi intento en estas ilustraciones por alejarse de los rasgo tan realista no prosperó y aunque siempre intenté estilizar la figura para trasformar la ilustración a través de algunas líneas expresivas y registros sueltos jamás lo logré, también reconozco que esa incapacidad observada en un momento justo e imaginativo, me ha permitido indagar en la metáfora y utilizarla como esa marea del pensamiento. Así que creo ahora (siempre a posteriori) que este trabajo corre por esos espacios.
Entonces concluyo: toda la realidad inmediata e imaginada será un lugar llano mientras no sepa a dónde ir con las manos. Ahí, esa oquedad estará siempre enterrada en espera de habitarla, hasta que aprendamos a inundarla.
Es verdad, además de trabajar en la ficción de lo digital, tengo su ventaja, y la técnica será mi piedra en dónde estar hasta que pueda desbastarla completamente. La fatalidad es que siempre he querido mirar hacia otros lados. Sin embargo, ya no me importa.
Ahora pienso en que las rocas pueden transformarse de otra forma: inundándolas, y que sus silencios deben emprenderse para imaginarlos.

Y a este tiempo en que varias entregas con varios editores me han hecho verlas juntas y que pretendo, además, conocer mi trabajo en la reflexión, dilucido sobre su construcción y entiendo que el simbolismo es una forma de inundar y que la metáfora es una forma de profundizar.
Es entonces que observo esa posibilidad de ceñir el concepto al borde de lo llano de cualquier estética para que la idea sea cal húmeda. Lo llano de una buena técnica y de un dibujo logrado, que en términos plásticos convierte la apariencia en un cuerpo duro, significa oquedad. Y hay que empujarlo hasta cubrirlo todo. Queda siempre el universo de significar los elementos.
Hacer arena de la roca. Un dibujo de “paisaje” que se adentra en la mirada.
Delinear siempre las imágenes como las olas hasta trasminarlas, nombrar sus cometidos simbólicos, empujarlas a la oración del concepto, cada elemento pensado formará la escritura. Es cierto, lo figurativo está rodeado de un inmenso océano que nos mira y nos escucha, nosotros andamos sus límites. La nada mirando a la nada.
Construir dentro de la oquedad de la imagen. Ese es el espacio que hay que inundar, que escribir siempre que uno ilustra.
La ilustración, además de su primera lectura, debe desbastar los límites del texto inundándolo todo, sea cual fuera su estilo plástico.
El trabajo, así, permitirá la estancia del lector y el libro podrá abismarse ante la mirada, ante la lectura y tal vez prolongarla. El hecho de significar imágenes (tal como un acto semántico en donde uno significa, dice, nombra), permitirá delinear la ilustración, sesgando el cuerpo sólido de la técnica.
En la imagen hay una vastedad dispuesta a decirse. Un hueco dentro de otro hueco dibujando una silueta, la forma de un abismo dentro de un cuerpo parecido al de un niño mirando al vacío.


Sobre las imágenes de abajo tituladas en serie: Océanos

viernes, 2 de octubre de 2009

Océanos









conaculta 2009 y siruela 2009


domingo, 27 de septiembre de 2009

El libro

todo aquello que es mundo

miércoles, 19 de agosto de 2009

Ideas de entrevista

E.C. Ilustrar poesía es tal vez un reto mayor que ilustrar narrativa, ya que necesita un grado de interpretación más grande, pero al mismo tiempo no se debe querer "traducirla", ¿para ti cómo fue este reto?. Las necesidades son las mismas a la hora de proponer una ilustración,

G.P. El ejercicio de la paráfrasis me ayudo mucho a explorar el texto y prepararlo para construir las imágenes. Efectivamente, no se trataba de representar o de reiterar la idea, sino de generar objetos reflexivos, elementos legibles, imágenes conceptuales que apuntaran a los recorridos de los poemas.

Este proyecto en particular suponía construir un libro evitando el cliché que deteriora cualquier libro, así que la propuesta se encaminó a plantear imágenes que dialogaran, y que, en sí mismas, fueran un tipo de escritura para que el lector encontrara, en diferentes tiempos, las posibilidades de un discurso siempre hilvanado al concepto del libro.

Yo, en ese particular, aprovecho mucho el silencio que existe cuando se lee poesía, y lo entiendo como ese espacio donde se genera el pensamiento, ahí es donde me interesa construir mis imágenes.

E.C.¿Cómo se decidió la partición de los poemas para ilustrarlos, ya que a veces se ilustra una estrofa y a veces dos? ¿Dependió de la edición y del ajuste de páginas?

G.P. La partición fue a cargo de la editora, así que a mi me dieron el libro en páginas y sencillamente me puse a trabajar. Aunque yo empiezo a ilustrar en el centro de un texto, no importando dónde se encuentre, sea al comienzo o sea al final, lo que importa es ubicar justamente ese centro, entonces trabajo sobre esas palabras y dependiendo de la partición desgloso ese centro en varias imágenes.

E.C.El fondo de tus ilustraciones son también el fondo de los poemas, ¿lo decidiste así?

G.P: si, normalmente trabajo a doble página, la idea es recoger tanto la tipografía como los elementos visuales en una misma atmósfera, se entiende que cada doble página es una unidad, como una frase elaborada con varias palabras; una idea, una fotografía o un dibujo que se enhebran en una sola página. Al final todo se vuelve legible en una oración.

E.C.En ocasiones, como en "Una nariz pegada", las ilustraciones plantean una historia redonda y hasta se siente una facilidad del ilustrador, ¿te sentiste más cómodo ilustrando algunos textos? ¿Cuáles te gustaron más y cuáles te plantearon un reto mayor?

G.P. a veces sucede que algunos textos sugieren más que otros, y en veces los ilustradores encontramos una solución más pronta que otra, tal vez por afinidad, tal vez por empatía. Sin embargo la fluidez en la lectura no tiene que ver con la comodidad para resolver un texto, eso depende mas del lector.

Siempre he pensado que, definitivamente, el tiempo en que un lector pueda estar en una imagen significa la estancia que ha hecho el ilustrador en cada ilustración para profundizarla.

E.C.La poesía puede ser muy visual, ¿qué tanto las metáforas de los poemas te inspiraron para hacer tus propias metáforas en imagen?

G.P. Completamente. Digamos que fueron el lugar de donde partí siempre. Sin un lugar de dónde partir o de dónde iniciar un viaje, no podría imaginarse ilustración alguna.

E.C. La poesía es un género literario que puede llegar a ser muy complejo, por eso es un reto para los poetas conservar la sencillez al hacer poemas para niños, como ilustrador ¿pensaste en simplificar tus imágenes o creaste abstracciones sin autocensura?

G.P. no, siempre me ha gustado la poesía y mis ilustraciones corren sin concesión, sin embargo la síntesis siempre está presente en mi trabajo y eso ayuda a tener niveles de lectura.

Una jaula es algo concreto, identificable, legible por un lector, pero si además le ceñimos referencias o inferencias, bien podría ser la imagen de nuestro ser amoroso.

Yo ilustro, abismo la imagen, depende del lector hasta dónde quiera llegar.

E.C. En tus ilustraciones pareces usar muchas texturas, ¿qué tan importante es para ti esto?

G.P. La textura es el primer encuentro con el texto, es el registro de la luz que iluminará todos los elementos y que matizará todos los colores.

La textura es como adjetivar el color.

E.C.Al mismo tiempo, usas colores que parecen matizar las texturas y dar unidad a la imagen. Suelen ser colores bastante sobrios, pero alegres al mismo tiempo, ¿cómo explicarías tu paleta de colores y estilo para ilustrar?

G.P. mi paleta se construye en base a la economía de color para dar peso a los acentos, es utilizar las sombras y medias luces propias de cada color, los grises son color con poca luz, entonces un cenital, además de su valor dramático, es un acento instrumentalizado.

Es otra forma de presenciar el silencio, solo que a oscuras.

E.C. ¿Tuviste toda la libertad para ilustrar el libro o hubo alguna línea editorial a seguir?

No, fue de una entera libertad, digamos incluso de una libertad aterradora.

E.C. En cada poema hay ciertos colores, ¿cómo elegiste los tonos?

G.P. ese fue un mero ejercicio personal de luz, y era el primer color que me surgía a la hora de leer cada poema.

E.C. Finalmente, ¿qué te parece este reconocimiento de Bologna, donde se hace la feria de libro infantil más importante del mundo?

G.P. Para mí es una especie de retribución al editor, casi nunca se presta atención a ese trabajo que genera libros y es más que merecido ubicar una distinción por un trabajo que lleva a una propuesta a su publicación.

Entrevista de Elizabeth Cruz.

domingo, 16 de agosto de 2009

Poema

La mar quiso ser nube.

Eduardo Chillida

martes, 5 de mayo de 2009

miércoles, 10 de septiembre de 2008

La estética

Existir debe ser una imagen, en la que flotamos para no hundirnos.

miércoles, 11 de junio de 2008

El estilo

El estilo es una roca a la cual nos atamos, y que, como un escultor, hay que ir moldeándola hasta reducirla a nada.

miércoles, 16 de abril de 2008

Perpetua

Todos estamos solos,
nadie nos acompaña,
ni siquiera nosotros mismo.
La voz se disuelve.
Entonces, la palabra.

lunes, 14 de abril de 2008

árbol negro

"Que el vivir es solo soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar."

Calderón de la Barca


Desde la primera vez que lo leí me dejó una sensación de extrañeza, la misma sensación que regresa a mi cada vez que apago el ordenador (maldita sea). Por hoy pienso irme a dormir y dejar de dibujar árboles para esta ilustración. Dejo el libro que leo entre momentos y espero a que se apague el monitor.

Los escritores deben ser unos locos que nunca duermen. Estarán tras una ventana, sin poder dormir, mirándolo todo. (Y los editores deben dormir teniendo pesadillas).

Me pregunto si alguien soñará ahora.
¿Qué soñará?
¿Sólo dormirá?

Veo la ventana al fondo de la habitación. Es enorme.

Cuando al fin se apaga el ordenador todo queda en penumbra. La luz que había se vuelve oscuridad, la misma oscuridad por donde entra la madrugada.

Una luz entra, mis pies se iluminan.

Descalzo, a tientas, me levanto de la silla, me acerco a la ventana y veo el cielo, parece como si le hubiesen herido y llorara el aire.
Todo está bajo este cielo tan extraño. Todo está en silencio, como un mar sin nadie.

Entonces veo con claridad, los edificios se siguen, uno tras otro, se amontonan frente a esta ventana como los barcos se amontonan en el desguace esperando la muerte, ¿qué esperarán estos edificios?, ¿qué hace este mar aquí? (eso le dije hoy a ella). En medio de ellos, un árbol se va tejiendo, quieto, como un incendio que en silencio va cubriéndolo todo, manchándolo todo, "la sangre negra de un árbol".

Me pierdo.

Los edificios son proas enormes de barcos que esperan (ahora pienso).

Volteo y veo la mesa de madera en la que se queda el ordenador. Parece un árbol negro. Y en silencio, frente a él, me pregunto si habrá quedado guardado el archivo de forma adecuada en el disco duro. Aunque también me pregunto si existe siquiera el archivo.

¿Existe mi ilustración?
¿Qué es una ilustración digital?
¿Un archivo electrónico?
¿Kilobytes?
¿Información digital?
Una vez leí que estaban investigando si la información tiene peso, si pesa. ¿Pesarán los recuerdos?

Veo las estrellas.
Veo su luz de hace más de doce años. No las veo a ellas, solo esa luz que ha viajado más de doce años hasta mis ojos.
¿Qué hacía a los veintitrés? Seguramente veía una ventana y me preguntaba a dónde irían los sueños ¿Será así en otros doce años?

Nadie observa. Todos duermen. Parece que nada existiera. Todo se desvanece. Solo quedan los recuerdos; una ventana, ese árbol negro y las proas de esos barcos.

Sí, somos la sombra de un árbol negro entre cientos de barcos, esperando.

Ahora todo me es extraño, incluso mis pies. Mirándolos pienso en que tendría que hacer un respaldo del disco duro mañana. Respaldar el trabajo, me digo.

Y me imagino por un instante si se me perdieran las ilustraciones, si por alguna razón, al encender el ordenador, no aparecieran.
¡Dios!, ¿qué diría?

- Este, este..., perdona Ángel. No sé que pasó, ¡¡te lo juro!! Simplemente desapareció el trabajo. Ya no está. ¿Cómo?, no, no, te juro que digo la verdad. ¡Es cierto!, el ordenador está encendido, estoy seguro.
¿Has escuchado hablar de la luz de las estrellas?, no las vemos pero existen. Claro, vemos su luz, pero una luz que hace años no es de ellas. Yo recuerdo mis ilustraciones, ¿quieres que te las platique?
- En serio, tenía todo el proyecto resuelto pero, no sé, simplemente ya no está; igual en doce años pueda entregarte. No, no es broma, te lo juro. Ya, perdona. Es que no sé, no sé cuando podría entregar. ¡Dios! no sé que voy hacer. Está bien, lo siento.

Me recorre una angustia interminable.
Me cuesta trabajo salir de esta idea y me invade esa extrañeza de siempre. Simplemente me quedo frente a esta ventana, en la penumbra, sin poder notar la diferencia entre barcos y edificios; sin tener la seguridad, siquiera, de que ese árbol es un árbol.

Definitivamente no habría forma de demostrar que existen esas ilustraciones si se perdiesen en el disco duro. Y no habría diferencia entonces entre haber trabajado durante tres meses sobre ellas y el no haberlo hecho; y haber andado por ahí, caminando o sentado en un parque, mirando los árboles o soñando que dibujaba árboles. Salvo que tendría todos esos recuerdos que quedan cuando uno recuerda algo.
Yo las recuerdo ahora que el ordenador está apagado. Las tengo en mi memoria. Si cierro los ojos las veo claramente, aunque igual, ahora mismo puedo recordar otro árbol que nunca he dibujado. En tal caso, ¿aceptarían mis recuerdos como ilustraciones?

Dicen que somos nuestros recuerdos, que somos hechos de la misma materia con la que se hacen los sueños. Somos solo recuerdos soñados, imaginados, no más. ¿Y la vida?, ¿y mis ilustraciones?

¿Cuánto pesaré cuando sueñe?

Cuando Segismundo queda en la torre y despierta en completa oscuridad parece, por un momento, confundirlo todo. Parece incluso un sueño él mismo. Yo lo imagino con los brazos abiertos y cerrando los ojos: ¿Qué es la vida?, se pregunta; Una ilusión, una sombra, una ficción.

¡Dios! Ángel me va a matar. Será mejor que haga un respaldo ahora mismo. ¿Qué importa si los edificios parecen barcos o los barcos parecen edificios anclados? o ¿ese árbol, o lo que parece un árbol, está en medio de inmensas proas?

¡Puta!, tengo treinta y cinco años y ni siquiera tengo la certeza de saber qué es un árbol cuando miro lo que parece un árbol, y aunque fueran mil, jamás tendría la certeza. Parece todo una ilusión, una ficción. Mi trabajo, mis ilustraciones, los libros, este ordenador, la mesa, los días, la noche, los barcos, los árboles; todo es una ficción.
Personajes frente a una enorme ventana, en un cuarto de esta ciudad.

Volteo y el ordenador sigue en la mesa, solo, imperturbable, silencioso. La mesa parece de hollín. Solo hay una gerbera marchitándose en un vaso. No hay nada más. Ni un dibujo, ni un color, ni un lápiz, ni siquiera las palabras que leí en el libro. Nada. Solo yo, observando.

En la silla, por alguna razón, sigue el libro. Leo, "La vida es sueño".

Sigo observando. Entonces, desisto de todo y me voy a la cama.

Sé que nunca me dejará esta sensación de extrañeza que tengo al apagar el ordenador, de no estar seguro de que exista mi trabajo.
De tener siempre esta idea de haberlo soñado.
De que nunca existió este día.
De que no existe ilustración alguna que lleve un árbol.
De que no hay dibujos de barcos y de edificios.
De no tener siquiera la seguridad de que, el ordenador, encienda cada mañana.

Igual Segismundo está entre esos barcos, mirándome, haciéndome señas con sus brazos, observándome. O tal vez ahora que duerma, sueñe que me convierta en un árbol en medio de estos edificios. No sé.

Cierro los ojos.

Los barcos siguen en mi mente. Los veo. Están ahí (¿los imagino o los recuerdo?). Barcos anclados. Barcos de piedra. Entonces abro mis ojos y, enhiestos, me ven.

Me recuesto en la cama.

Mi cuerpo se hunde y mi cabeza flota en la almohada. Abro los brazos y miro el techo (dijo Saramago que era Dios). Le sonrío y cierro los ojos. Escucho los latidos tenues que hay en mi pecho y lo veo.
En la mesa el ordenador, imperturbable, desaparece.
Mientras, sobre un árbol, alguien me dibuja un barco.

Eso creo soñar.



Se hace día.

être égaré

La idea del ser humano como náufrago eterno, como pájaro de Lorca, el mundo como un sueño, como un sueño que navega en una botella en alta mar (être égaré,), al garete, jamás sabremos si llegará a alguna playa pero soñamos con ello, tal vez para imaginar y para desear que alguien, en algún momento, leerá lo que un día escribimos y no sentirnos tan solos.
La promesa en la escritura, en los libros, es justo esa botella que hace flotar nuestra vida.

martes, 1 de enero de 2008

Soy una nube blanca

Que se perderá en el viento

Y que no volverá

(Dijo el rinoceronte).


Abajo una pradera verde.